A última hora de la tarde del 21 de diciembre, los planetas Júpiter y Saturno se verán en el cielo casi sobrepuestos. Este acercamiento aparente (o conjunción) no se daba con tanta proximidad (6,11 minutos de arco o 0,1 grados) desde el 16 de julio de 1623. La misma gran conjunción ocurrió también en el 7 a.C. Dada la proximidad con la fecha tradicional del nacimiento de Cristo, los astrónomos consideran que el fenómeno podría ser la denominada como estrella de Belén de los Evangelios, en el caso de que este fenómeno tuviera base histórica, además de ser símbolo religioso. La siguiente «gran conjunción» ocurrirá en 2080, según los cálculos astronómicos.

«Conjunciones entre planetas hay muchas, pero que se acerquen tanto no es tan habitual», afirma Albert Morral, director científico de la Agrupació Astronòmica de Sabadell. «Desde el punto de vista científico no tiene una relevancia destacada, pero será un espectáculo extraordinario», explica Joan Anton Català, divulgador astronómico, que seguirá el fenómeno en sus redes sociales.

Las conjunciones son en realidad un efecto de perspectiva: los planetas se ven cerca desde la Tierra, pero siguen a gran distancia entre ellos, cada uno en su órbita. Además, tampoco son el momento de menor distancia entre ellos, que se da cuando los planetas están en el estado llamado oposición (la última de Júpiter y Saturno ocurrió este verano).

Casi en el mismo plano

Lo que ocurre en realidad es que la Tierra, Júpiter y Saturno se ven alineados, para un observador que mira el Sistema Solar desde arriba. Eso ocurre cada 20 años, en diversas posiciones en sus órbitas. «Al ser planetas exteriores [o sea más lejanos del Sol respecto a la Tierra], su periodo de rotación es muy largo, y el hecho de que coincidan no es tan frecuente», explica Salvador Ribas, director científico del Parc Astronòmic del Montsec. Lo especial de esta ocasión es que la conjunción pasará en puntos de las órbitas que están casi en el mismo plano, lo cual reducirá la distancia vertical entre los dos planetas.

«El sistema solar nació de una gran nebulosa aplanada, y por esto las órbitas de los planetas están casi en el mismo plano», explica Catalá. No obstante, no lo están exactamente. Así, en la mayoría de las conjunciones un planeta está algunos grados por arriba del otro.

«La hora de observación depende de que la Tierra se halla en el lado opuesto [del sistema solar, respecto a los dos planetas]», observa Ribas. Si estuviera en el mismo lado, la conjunción se observaría durante toda la noche.

Oportunidad única

«Esta es la conjunción más próxima que se ha observado en la era de los telescopios. La anterior se produjo en un punto muy cercano al Sol y el telescopio era entonces una tecnología muy reciente», prosigue Ribas. A este experto no le constan pruebas históricas de la observación de esa conjunción.

Català recomienda empezar las observaciones unos días antes del 21 y continuarlas después, para disfrutar de cómo los planetas se van acercando y alejando noche tras noche. En el día de la conjunción, «la mayoría de los mortales no podrán distinguir los dos planetas a ojo», afirma el divulgador. La distancia será equivalente aproximadamente a una quinta parte del diámetro de la Luna. «La Luna nos parece enorme, pero en realidad se puede tapar con un pulgar», explica. Además de la cercanía, es probable que la luz de Júpiter tape la del menos brillante Saturno (que es más pequeño y está más lejos).

Quien tenga un telescopio, tendrá la inusual oportunidad de ver los dos planetas en una misma observación. También será posible distinguirlos también con unos sencillos prismáticos, e incluso ver las cuatro lunas más brillantes de Júpiter (llamadas Galileanas, porque las descubrió Galileo).

La gran conjunción es una de las explicaciones posibles de la estrella de Belén. Una posibilidad es que dicha estrella nunca existiera y sólo sea un símbolo evangélico. Otra es que sea un cometa, posiblemente el de Halley. Sin embargo, diversos astrónomos apuntan a la gran conjunción que ocurrió 7 años antes de la fecha tradicional del nacimiento de Cristo.

No es implausible que unos astrólogos - la ocupación más probable de los Reyes Magos, - se fijaran en un fenómeno tan raro como una gran conjunción y lo interpretaran como señal divina.