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Con ciencia

Vacuna

Ahora que tanto hablamos del logro de una vacuna contra el Covid-19, y nos inquietamos con las noticias, del todo normales, acerca de los inconvenientes y tropiezos con los que se encuentran los distintos equipos investigadores que intentan acortar los plazos necesarios para obtenerla (algo que cualquier especialista sabe que ni es posible, ni seguro, ni deseable) quizá sea el momento de volver la atención hacia otro virus, el de la gripe, cuya propagación está a la vuelta de la esquina. Se han hecho eco ya los diarios de la noticia de un paciente en México que ha contraído a la vez ambas enfermedades, la de la gripe y la causada por el Covid-19. Ni que decir tiene que se trata de un problema médico al que, por desgracia, nos vamos a tener que enfrentar en Europa muy pronto.

Con una diferencia relativa a la gripe: tenemos vacuna. Las campañas para que las personas pertenecientes a grupos de riesgo se la pongan en otoño llevan bastante tiempo en marcha aunque en esta ocasión Sanidad ha acaparado la inmensa mayoría de las dosis disponibles. Pese a ello, la vacuna debe repetirse cada año y no sólo porque la cepa del virus pueda haber mutado sino por algo relacionado con la eficacia de la vacuna.

El equipo de investigación dirigido por Rafhi Ahmed, director del Emory Vaccine Center de la Universidad de Emory (Atlanta, Estados Unidos), y sus colaboradores han publicado en la revista Science un trabajo acerca del mantenimiento de los anticuerpos generados por la vacuna contra la gripe, que se almacenan a largo plazo en las células plasmáticas de la médula ósea. Como dicen los investigadores, lo ideal sería disponer de una vacuna de carácter universal, es decir, que no sólo reaccionase de forma amplia contra múltiples cepas del virus de la gripe sino que tuviese una duración lo más larga posible. En busca de la situación real que generan las vacunas actuales, el equipo de Ahmed ha analizado la producción y mantenimiento de las células plasmáticas de la médula (BMPC, Bone Marrow Plasmatic Cells) después de que se suministra la vacuna. Cuatro semanas tras la vacunación, aparece un número considerable de BMPC con anticuerpos específicos contra la gripe. Pero una vez transcurrido un año las cifras vuelven a las de antes de la vacunación, es decir, han desaparecido las BMPC generadas por la vacuna aunque se mantienen las preexistentes.

No sólo es, pues, el temor a nuevas cepas lo que obliga a vacunarse cada temporada otoñal; la protección que se recibe dura sólo un año. Lo prudente, pues, es vacunarse en cada campaña y no sólo si uno se encuentra en un grupo de riesgo. Pero resulta curioso el gran número de personas que en nuestro país decide no vacunarse contra la gripe. Y es un misterio, en tales condiciones, a santo de qué esos negacionistas prácticos esperan con ansia la vacuna contra el Covid-19.

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