Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Asteroide Battiato

Lejos ya de los escenarios y la exposición pública, el músico se despide con su adiós puesto en la reencarnación

Franco Battiato (Riposto, Sicilia, Italia, 1945) durante su actuación en 2017 en el Festival de Peralada. efe

Una de las primeras y más tristes constataciones que se le revela a cualquiera que sienta curiosidad por admirar la profundidad del cosmos es el hecho de que todo cuanto podemos observar es algo que ha ocurrido ya en el pasado. Un pasado tan lejano como el tiempo que le haya tomado a la luz recorrer esas distancias inimaginables hasta nuestros ojos.

De la misma forma, quien haya sentido inclinación por realizar un ejercicio de astronomía lírica recientemente encontrará con placer y fascinación un asteroide llamado Battiato. Un evento celeste cuyo fulgor comenzó a propagarse antes del nacimiento de la generación denominada millennial. La realidad supera a veces a la metáfora, pues en 1997 se descubrió en un observatorio romano un nuevo asteroide de nuestro sistema solar al que bautizaron Battiato.

Nos parece que "un sonido desciende de muy lejos", el de un astro elocuente que nos habla desde su pasado sobre nuestro presente. Y es que tras la experimentación de melodías sugerentes, saltos de octavas estratosféricos y ritmos que se integran como un mantra de aparente ligereza, se desvelan reflexiones de una vigencia pavorosa.

Cantaba Franco Battiato I treni di Tozeur con un semblante impertérrito rayano en lo cómico en la edición de Eurovisión de 1984 junto a Alice: "Y por un momento vuelven las ganas de vivir a otra velocidad". Una vieja nueva pulsión que se extendió por no pocas mentes alrededor de este tibio abril de 2020. Durante estos meses de confinamiento, con el tiempo detenido, en el que podíamos oír nuestros propios pasos de camino a la compra, parece que "este sentimiento popular nace de mecánicas divinas". La música de Battiato se erige como un rincón metafísico para un momento en el que reivindicar el rol de los cuidados ante el ritmo acelerado de la enfermedad y la cercanía de una muerte solitaria.

Y de cuidados habla Battiato en La cura, tema de 1996, reencarnado en un chamán que se propone curarnos de todas las enfermedades, pero también, ojo, de la hipocondría; salvarnos del espacio y la luz, desviarnos de la "corriente gravitacional para impedir nuestro envejecimiento". ¿Nos estaba hablando del efecto de las ondas gravitacionales casi veinte años antes de detectar su paso por la superficie terrestre? Quizá no fuera sino una de sus innumerables referencias a los principios relativistas, ahí donde ciencia, espiritualidad y poesía son espectros de un mismo haz.

De ese lugar ya nacían, por ejemplo, las canciones del LP Mondi lontanissimi (1985), cuya portada muestra una silueta de espaldas, observando Saturno a través de una ventana. Este álbum es una invitación a un viaje interestelar, a navegar el "no-espacio/no-tiempo" y que aterriza presentando al "animal que lleva dentro, que le hace esclavo de sus pasiones". Como queriendo cerrar con la idea de que, aun con la sofisticación tecnológica y una finísima abstracción, no debemos olvidar que quien emprende este viaje es humano, falible e instintivo, nada más que un animal. Cabe decir que el artista es vegetariano desde los años 70.

Pero no solo nos hace viajar al espacio extraterrestre, pues por sus letras se proyectan incontables referencias a místicas y culturas de diversos puntos del planeta, desde Wagner a la astrología babilónica, pasando por el bailarín Nijinski o la sabiduría sufí, por citar solo una ínfima parte. Quiere vernos "danzar como los derviches giróvagos, como bailarines búlgaros descalzos", pero también deleitarnos con múltiples cosmovisiones con las que ojalá plantar una oportunidad para un reconocimiento honesto de quien se nos ha presentado como el otro.

Consigue desplazarse del eurocentrismo y la lectura colonial desde su identidad de africano mediterráneo, como se considera quien nació y ha vuelto a vivir en Sicilia, tras hacer su carrera en Milán. Parece sentar un hilo musical a lo que el antropólogo Eudald Carbonell reivindica como el camino para la supervivencia de nuestra especie: la planetización de las culturas humanas en su diversidad, concepto que se opone a la globalización imperante.

No nos consta si alcanzó a hallar su bailadísimo "centro de gravedad permanente que no le hiciera cambiar nunca de idea", pero reconforta escuchar a otro ser humano tambalearse en la búsqueda de un punto sólido sobre el que poner en órbita hoy una opinión para cada trending topic en la extrema polaridad de Twitter. Franco Battiato cumplió 75 años el pasado 23 de marzo, cuando aún nos bombardeábamos con listas de series, libros y películas con las que ocupar la desconcertante inercia que propulsaban los primeros días del confinamiento.

Cinco meses antes presentaba su último (y de verdad último) trabajo discográfico en compañía de la Royal Symphony Orchestra, con la inédita Torneremo ancora, una hermosa canción de aforística letra que da un broche circular a su imaginario metafísico. Lejos ya de los escenarios y la exposición pública, Battiato se despide con su adiós puesto en la reencarnación. El adiós propio de un genio-asteroide que se sabe eterno y pronostica que, como a su música, "volveremos, volveremos y volveremos".

Compartir el artículo

stats