En uno de los veranos históricamente atípico debido a la pandemia, Magaluf fue escenario ayer de 'Via Guiri: un viatge pel fetge turísitic de Mallorca', la primera ruta sobre el turismo de masas y desenfreno que ha definido la mayoría de veces a este municipio de Calvià. Los periodistas Antoni Janer y Felip Palou, acompañados de los historiadores Tomeu Canyelles y Biel Vives, autores del libro Magaluf: més enllà del mite (2020), guiaron a una veintena de asistentes, todos ellos mallorquines y residentes en la isla, explicando las causas y efectos del tursimo en Magaluf.

Por un día, los mallorquines se disfrazaron de tursitas en zonas que habían visto infinidad de veces en las principales cadenas de televisión por los numerosos escándalos. Todo cambió ya en el inicio de la ruta, cuando Janer y Palou enseñaron las tres primeras casas construidas en Magaluf, situadas en primera línea de playa. Tres chalés antiguos -el primero data del 1930- enclaustrados como si de tres animales en peligro de extinción se tratara.

"Este año tenemos el agua limpia porque durante los últimos años la hemos tenido bastante sucia. Ahora se ve una línea azul en la orilla done empieza la posidonia. Cuando era joven venían cerdos y caballos y se metían en la playa", recuerda Lourdes Sampol, propietaria de una de la tres viviendas más antiguas y nieta de los primeros hoteleros en Magaluf.

La ruta, a medida que avanzaba, iba saltando cronológicamente. Los periodistas explicaron, en la avenida Olivera, donde todavía están situados los primeros edificios de la clase trabajadora, prácticamente en su totalidad peninsulares, cómo fue su llegada en los años 60 y su aportación como mano de obra para alzar la industria turística de la zona.

Ya enfilando la calle de Punta Ballena, totalmente clausurada por orden del Govern, tenía el semblante de una zona cero después del desastre. Los expertos avisaban a los asistentes de la cantidad de cajeros automáticos en la misma calle. Además, a modo de conclusión, apuntaron que Magaluf no es un fenómeno aislado del desenfreno veraniego en el Mediterráneo. Su auge vino de la mano de las redes sociales, viralizando y creando neologismos como balconing o mamading.