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Entrevista

Sergio del Molino: "Nos iba muy bien vendiendo sangría a los guiris y no hemos hecho otra cosa"

"El turismo se ha convertido en una rémora. Nos hemos dormido en los laureles"

El escritor Sergio del Molino, ayer en Palma. manu mielniezuk

P ¿Qué aplaude de un festival como el Atlàntida?

R El mero hecho de que ya se esté celebrando me parece una heroicidad. El Atlàntida es un puente entre los festivales del pasado y los del futuro. Ahora que la cultura cinematográfica está en una encrucijada y que el vicio de ver cine en salas, con su liturgia y rituales está en peligro y no sabemos si sobrevirá a esta pandemia, este festival, con Filmin detrás, es una puerta al futuro, a cómo vamos a ver el cine y sus puestas de largo mañana.

P Adéntrese en 'Meseta'. ¿Qué ha descubierto en el cine del realizador vasco Juan Palacios?

R Meseta es una maravilla de película, inclasificable en muchos sentidos, aunque parezca un documental. La de Juan Palacios me ha parecido una mirada muy poco condescendiente, muy original, muy subjetiva, a un territorio y unos temas que están muy saturados de tópicos, y creo que Palacios los ha reunido todos con mucha elegancia y cariño. Le ha metido mucha poesía sin llegar a la exaltación cursi de las culturas que se van, con realismo y con personajes que están muy a pie de tierra y que saben que son signos de raza, que con ellos desaparece una cultura. Todo está tratado con mucho humor pero sin caricatura. El cine de Palacios ha sido para mí un hallazgo, un equilibro logrado entre poesía, humor y ternura.

P 'Meseta' tiene una conexión con su ensayo 'La España vacía'. ¿Por qué le interesó escribir sobre el exilio rural?

R A mí me interesaba hablar de España, quería escribir un puñado de reflexiones sobre la cultura española a partir de un conflicto que no se solía percibir como tal: la cuestión de la despoblación. Para mí, eso moldea el país de una determinada manera que no se suele subrayar. Tanto la memoria rural como la despoblación se trataban siempre de una forma nostálgica, etnográfica, anecdótica e incluso cuando se trataba de forma política se hacía de modo muy tangencial, pero no se percibía que aquello fuera un problema, para el país, no solo para las personas de la comarca que lo sufren. Quería explicar por qué diablos España es como es, intentar ver los distintos éxodos rurales y la configuración demográfica de España como un rasgo esencial que mancha toda la cultura, la forma de ser, las instituciones, la historia. No tendría que ser raro que un escritor se pare un momento para pensar y escoja un rasgo de su país para plantearse cosas y explicarse a partir de él. En este sentido mi ensayo cultural está en la línea de lo que muchos otros autores ya hicieron antes, con una tradición que se había interrumpido durante décadas.

P ¿Por qué no volcó esas inquietudes en una novela?

R Mis libros son híbridos. Mi parte narrativa tiene mucho de ensayístico y mis ensayos, mucho de narrativa, de crónica y de mezclar mucho. Los libros adquieren un tono u otro en función de las intenciones que quiera establecer. En el caso de La España vacía elegí el ensayo porque quería plantear una serie de preguntas y estimular un debate intelectual para unos pocos. Nunca me imaginé el eco que tendría.

P ¿A qué retos se enfrenta la España vacía?

R A los mismos que tenía antes de la pandemia pero multiplicados por mucho. El fundamental, una cuestión de democracia básica, es que los habitantes de esa España, unos 9 millones, no pueden sentirse ciudadanos de segunda, con unos derechos mermados y unos servicios de una calidad notablemente inferior a los pueden tener los que viven en la España más urbanizada y desarrollada. Hay un problema de déficit democrático claro y evidente que nos concierne a todos y hay que abordar desde el gobierno y las instituciones del estado, no solo desde las autonomías. Así se iba a enfocar, por primera en la historia de España este problema, hasta que llegó el fin del mundo, el apocalipsis, y lo interrumpió todo.

P El turismo siempre nos salvó y, según los poderosos, iba a salvarnos de nuevo.

R El turismo es un problema, un lastre. Fue el motor desde los años 60 de la economía española y el responsable del milagro español. Se volcaron en desarrollarlo al máximo porque generó una cantidad de divisas enorme que permitió sacar al país de la miseria y convertirlo en una potencia. Pero pasado más de medio siglo se ha convertido en una rémora y se está viendo clarísimamente en los efectos de esta crisis. España sufrirá más que Alemania y otros países europeos que no lo han vendido todo al turismo, porque podrán diversificar y sacar sus economías adelante mucho mejor. Nos hemos dormido en los laureles. Nos iba muy bien vendiendo sangría a los guiris y no hemos hecho otra cosa. Y esto lo hemos descubierto ahora. El futuro no pinta bien para un modelo económico que es incapaz de remontar una crisis. Hay un miedo aterrador pero eso no debería paralizar. La Historia nos demuestra que en los momentos críticos surgen gentes muy imaginativas. Ahora que estamos obligados a buscarnos la vida de otra forma es cuando va a salir gente imaginativa a ofrecer soluciones. Confío en la capacidad regenerativa del ser humano y su capacidad de supervivencia. Salimos adelante de los pozos más oscuros, y de más oscuros que éste hemos salido. Habrá gente que espoleada por el hambre se le van a ocurrir cosas muy interesantes.

P Su Aragón natal está sufriendo los rebrotes del coronavirus

R No. Era lo esperable. A mí me han defraudado los responsables políticos, porque están utilizando de una forma indecente el comportamiento juvenil como chivo expiatorio para su propia ineficacia. Si abres las discotecas, qué crees que va a pasar. Esto es consecuencia de una desescalada desorganizada y que lo fiaba todo a una responsabilidad individual que en el caso de los más jóvenes era evidente que no se iba a dar. Nunca se ha visto una juventud sensata y disciplinada, y además sería incluso inquietante, una juventud uniformada y obediente en todo. Era previsible que en cuanto abriesen las discotecas y la noche los jóvenes se iban a morrerar unos con otros y emborrachar como si no hubiera un mañana. Quizá la desescalada tendría que haber sido más gradual, pero como estábamos atrapados por el turismo y presionados por los hosteleros, pues entre todos hemos conseguido esto. No se puede señalar a los jóvenes.

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