Palmanova, Magaluf y Magalufs'Arenal. Mallorca luce diferente, ha recuperado parte de su encanto, oculto muchas veces tras las aglomeraciones, el tráfico intenso y los ruidos. Y esta Mallorca renovada, más descansada y relajada, esta siendo redescubierta por sus propios habitantes que se aventuran a extender su toalla en lugares que hace años eran impensables para ellos. "A s'Arenal ya te digo yo que no íbamos, porque sabíamos que nos íbamos a encontrar a la gente bebiendo cubalitros". Así lo cuentan Cristina Cuesta y Victoria Ruiz, dos jóvenes madres que residen en Palma y pasan la mañana en la playa de Palmanova junto a sus hijas.

El año pasado, quizás no hubieran pisado esta playa y tampoco la de s'Arenal, la de Magaluf o Port Adriano. Pero este verano es diferente. "Estamos aprovechando y disfrutando de playas paradisíacas, limpias. Cada día vamos a una distinta", comenta Cristina. Y no está hablando de calas escondidas sino de los lugares habitualmente más concurridos de la bahía de Palma. Este verano también se han permitido el lujo de pasar una semana en hoteles de la isla, Cristina en Cala d'Or y Victoria en Magaluf. "Otros años también íbamos de hoteles, pero cuando había ofertas, en Semana Santa o por San Valentín y solo tres o cuatro días". Sin embargo, son conscientes de los estragos que está produciendo la crisis: "En Cala d'Or sólo había tres bares abiertos", dice Cristina. De hecho, Victoria sigue viviendo las consecuencias de la pandemia. Continúa en ERTE al igual que su pareja, que ha visto reducida su jornada al 50 por ciento. Sin embargo, admite que esto le está dando la oportunidad de pasar más tiempo con sus hijas.

Catalina Zaragoza veranea desde hace 30 años en la zona, aunque vive en Ciutat. "Está todo muy tranquilo, no hay nada de ruido. La playa está preciosa, como nunca. Hemos visto peces e incluso los patos vienen a nadar aquí. Y puedes ir a pasear tranquilamente por Punta Ballena, enumera. Su amiga María del Carmen Rueda, que reside todo el año en Palmanova, aclara que esa parte de la costa siempre ha sido muy tranquila, con turistas de cierta edad que se alojan en hoteles para público senior como el Cala Blanca o el Santa Lucía. Estas vecinas aprecian la limpieza y el silencio, pero se apenan porque, que los hoteles estén cerrados, significa que mucha gente está sin trabajo. Aunque a ellas no les afecta porque ya están jubiladas sí hay personas cercanas que están sufriendo las consecuencias.

Silvia Pozuelo, Patricia Pozuelo y María Socias disponían de dos horas para ir a la playa y han elegido Palmanova por estar cerca de Palma. Habitualmente frecuentan otros lugares donde "ahora ves a más gente de aquí, los mallorquines se mueven más", según explica Patricia, estudiante de Fisioterapia. Finalizado el curso y sin perspectivas, por el momento, de trabajar, esta joven reconoce que no acaba de vivir el verano relajadamente: "Te sientes impotente, inútil y poco productiva". Por su parte, Silvia cuenta que se dedica a "la organización de bodas para extranjeros y están todas canceladas". Al haber estudiado Turismo Silvia está acostumbrada a trabajar en temporada alta: "La verdad, no pienso que puedo disfrutar del verano sino que no tengo dinero". Patricia admite que le gusta ver menos gente, no solo en las playas, también en el centro de Palma, tal y como indica María. Pero las tres tienen claro que económicamente no está siendo bueno. "Da pena verlo todo vacío, las tiendas cerradas, los bares".

"Entendemos que aquí se vive del turismo, pero se nota la diferencia. Fuimos en el barco de unos amigos a Formentera y nunca había visto la isla así, fue espectacular".

Sara Gourchane se ha acercado hasta Palmanova junto a su amiga Lidia Díez. Las dos son vecinas de zona costera. Sara vive muy cerca de Can Pere Antoni y Lidia en s'Arenal, sin embargo, éste es el primer año que han frecuentado más las playas próximas a su domicilio. Sara, que ha sido madre durante la cuarentena, es traductora y trabaja desde casa: "Se ha notado la crisis porque ahora hay mucha más competencia y han reventado los precios". Por su parte Lidia está empleada desde hace once años en un hotel de Santa Ponça que esta temporada no ha abierto. Sara cree que éste sería un buen momento para replantearse el modelo de turismo.

Matías Terrón aprecia no tener que salir con tanta antelación de casa para llegar puntual al trabajo. Vive en sa Torre, en Llucmajor, junto a su pareja Andrea Cortés y los dos han notado, sobre todo, queahay mucho menos tráfico. "La isla vive un año de tranquilidad, pero mucha gente está sin trabajo", dice Matías, empleado de un salón de juegos de Palma. Aunque durante el confinamiento estuvo en ERTE, ya ha vuelto a su rutina habitual: "El local donde yo trabajo está en un barrio y no se ha notado tanto la falta de turismo, pero en s'Arenal deben tener un 40% menos de clientes". Andrea trabaja en un agroturismo que esta temporada está funcionando a medio gas: "Los propietarios prefieren tomárselo con calma, aunque no ganen tanto". Este verano tranquilo les está permitiendo acercarse a lugares como Formentor o Cala Mondragó sin las dificultades habituales para llegar y encontrar sitio tanto para extender su toalla como para aparcar.

"Es una gozada, sobre todo para los mallorquines que hemos recuperado el paraíso perdido". Así concibe el verano post-covid Rosa María Gil, que ha alquilado un apartamento en Palmanova para pasar las vacaciones: "El agua está limpia, no hay basura, hay menos tráfico y más aparcamiento", enumera. Su amiga María José Cardona cree que los mallorquines no son los únicos beneficiados de esta nueva situación: "A los extranjeros también les gusta que no haya tanta gente". Las dos pasan la mañana en la playa con sus respectivas madres, Pilar Cancio y Josefa Sánchez, que también valoran el recuperado sosiego estival. Ninguna de ellas tiene intención de irse muy lejos para disfrutar del mar este verano: "Ahora que las playas cercanas están tan limpias, para qué vas conducir 50 kilómetros", dice María José. Por su parte, Rosa María celebra el freno puesto al turismo de excesos y de borrachera: "Espero que esto sirva para que desaparezca del todo".

Merecido descanso para trabajadores esenciales

Santi Valero, policía nacional, y su mujer, enfermera, han vivido junto a sus tres hijos pequeños un confinamiento intenso. Ahora, esta familia está deseando disfrutar del bono para tres noches de hotel sorteado por la Fundació Mallorca Turisme entre trabajadores esenciales. “Nos gustaría ir a la zona de Cala Rajada o a Cala d’Or”, dice Santi, quien también reconoce que “egoístamente” le gusta que Mallorca esté más limpia y con menos coches.