Decenas de buques petroleros aguardan en las aguas de California. No pueden descargar el combustible, porque no hay demanda debido a la crisis de la Covid-19. Esta imagen del pasado abril podría quedar como una anécdota sin importancia. O, bien al contrario, convertirse en la foto del fin de una era: la de los combustibles fósiles.

El hecho es que el coronavirus ha destapado la fragilidad de la economía global, ya cuestionada por la crisis del 2008: el confinamiento ha empujado a millones de personas a un cambio radical de estilo de vida; ha recortado las emisiones al 6% anual, una cifra sin precedentes, y ha revelado una imprevista capacidad de reacción colectiva. ¿Es este el ensayo general del cambio necesario para vivir dentro de los límites del planeta?

Las señales esperanzadoras no abundan. La COP26, la cumbre del clima prevista para noviembre en Glasgow, se ha aplazado al 2021. La contaminación va repuntando a medida que avanza la desescalada. Hay indicios que apuntan a un incremento de los residuos plásticos. China se propone reanudar la fabricación de centrales de carbón y las industrias contaminantes europeas piden rescates para salvar la economía.

La nueva normalidad podría conllevar un rebrote: un aumento de emisiones incluso por encima de lo habitual. Todo ello, en un contexto dominado por políticos de la talla de Trump, Bolsonaro, Putin o Xi Jin Ping.

Ante este aciago horizonte, distintos investigadores consultados por Más Periódico pasan revista algunas de las oportunidades para una salida conjunta de la crisis pandémica y de la climática.

Fondos de recuperación

"Las reducciones de emisiones logradas durante la crisis son muy pequeñas y con un coste social y económico enorme", observa Pedro Linares, investigador en organización industrial de la Universidad Pontificia de Comillas. De hecho, ni cerrando una parte de la economía global se ha alcanzado el 8% de reducción anual requerido por el Acuerdo de París. "Soy escéptico sobre las lecciones aprendidas por la sociedad: hay mucha gente que no ve el cambio climático como una emergencia", afirma.

Sin embargo, Linares milita entre los que ven una oportunidad en los enormes fondos de recuperación que la UE prevé asignar: "Si los usamos con inteligencia, combinando la recuperación del empleo con criterios ambientales, podemos hacer la transformación [hacia una economía verde] más rápido y más fuerte".

"La economía se puede recuperar en líneas de futuro o en sectores que pronto van a desaparecer. Hay que buscar soluciones que conjuguen creación de empleo y mejora ambiental", observa. La UE, por ejemplo, ha publicado una "taxonomía" de inversiones que cumplen criterios de sostenibilidad. Esas condiciones las toma en cuenta el Banco Europeo de inversiones a la hora de dar dinero.

Impuestos al carbón

Las políticas de sostenibilidad no son un lujo inaceptable en tiempos de crisis, según Jeroen van den Bergh, investigador ICREA del Institut de Ciències i Tecnologies Ambientals (ICTA). Al contrario, afirma, urge abordar la pandemia y la emergencia climática a la vez.

Una crisis, asegura Van den Bergh, no es la manera más óptima de reducir emisiones por su coste social. Por eso, añade, lo importante es que no se deshinche toda la economía, sino solo los sectores que generan más emisiones.

En opinión de este y otros muchos expertos, la herramienta para conseguirlo son políticas climáticas basadas en impuestos. Así, una tasa sobre el carbono podría financiar medidas de emergencia contra la covid y, a la vez, desincentivar las emisiones. Además, se podría combinar con una reducción de los impuestos laborales, que beneficiaría el empleo. La histórica caída del precio del petróleo, por la reducción de la demanda, ofrece una oportunidad única para aplicar el impuesto de forma indolora, afirma Van den Bergh.

Decrecimiento por diseño

"Volver a crecer y reducir emisiones a la vez es imposible", sentencia Federico Demaria, investigador en Economía Ecológica del ICTA. "Los economistas miran de relanzar la economía a base de aumentar el PIB, pero crecimiento y emisiones están correlacionados. Negarlo es hacer metafísica", bromea el investigador. Por ejemplo, Europa ha reducido sus emisiones a base de externalizar producciones contaminantes en otras partes del mundo, afirma.

Demaria es uno de los expertos que promueven el decrecimiento: este grupo entiende que desinflar el conjunto de la economía es exactamente lo que hay que hacer, y no algo trágico: "La innovación, la eficiencia y las inversiones son importantes. Pero se necesita un cambio estructural".

Demaria constata que el sector eléctrico y el automovilístico, como muchos otros, se están moviendo para defender sus intereses. Pero, apunta, también se están activando los movimientos sociales, aunque no puedan bajar a la calle con la potencia usual.

"De la crisis de la covid hemos aprendido que el colapso económico conlleva beneficios ambientales, pero también un desastre social -reflexiona Demaria-. Mi peso baja, tanto si me amputo una pierna, como si hago una dieta. El covid sería la amputación. Nosotros queremos un decrecimiento por diseño, no por desastre".

¿Cómo se puede gestionar una economía sin crecimiento, pero socialmente sostenible? "Hay modelos cuyo único objetivo es maximizar el PIB. La macroeconomía ecológica, al contrario, intenta juntar los aspectos económicos con los financieros y ecológicos", explica Demaria.

Green New Deal

Desde su punto de vista, medidas como el ingreso mínimo vital, el impuesto al patrimonio y la ley de cambio climático no deberían estar aisladas entre ellas. "Tenemos diferentes desafíos sociales y debemos tomarlos todos en cuenta a la vez", afirma.

La conexión entre políticas climáticas y sociales es algo que comparten todos los expertos consultados. Todas las acciones para mejorar el clima (de los impuestos sobre el carbono a los cambios en el consumo) tienen un impacto social enorme que hay que compensar. Además, no serían viables sin cambios previos en el funcionamiento de la sociedad.

Esta es la idea que sustenta el Green New Deal, el concepto impulsado por la senadora estadounidense Alexandria Ocasio Cortez, que conjuga medidas ambientales y sociales. La idea ha tomado fuerza también en Europa durante esta crisis. La variante europea, defendida por la presidenta de la comisión, Ursula von der Leyen, sería una vía para reanudar la actividad económica sin causar un desastre ambiental y social a la vez.

Aun siendo escéptico sobre esos planes, Demaria comparte que las medidas sociales están intrínsecamente conectadas con el reto climático. Afirma que habría que recortar deuda pública y privada con el fin de estimular la economía dentro de los límites ambientales. También habría que reducir la jornada laboral para repartir el trabajo disponible y establecer una renta básica universal que compense por las tareas de cuidados. Estas medidas permitirían prescindir de las industrias contaminantes sin incurrir en enormes costes sociales por el desempleo.

¿Qué camino emprender?

En tercer lugar, habría que reducir los impuestos sobre el trabajo y aumentar aquellos que afectan a los recursos naturales. Otros expertos apuntan a que también se debería crear empleo público para la fabricación de infraestructuras verdes y la reconversión de edificios.

Una macrosimulación cuyos resultados se publicaron recientemente en Nature Sustainability ha intentado poner orden entre las varias recetas para encarar el cambio climático sin causar un desastre social.

Los investigadores, encabezados por el economista de la Universidad de Pisa Simone D'Alessandro, simularon tres escenarios. El primero, el crecimiento verde: es decir, que la economía crezca a la vez que disminuyen las emisiones. Esta proyección alcanza a reducir emisiones, pero no lo suficiente para evitar un calentamiento exagerado del planeta. Además, esa reducción se obtiene solo al coste de ralentizar el crecimiento, lo que se traduce en un gran incremento de la desigualdad si no hay medidas sociales añadidas. En este escenario, o se cuida el planeta o se cuida el empleo, según la simulación.

El segundo escenario modeliza el Green New Deal, introduciendo enérgicas medidas sociales. En este caso, se logra un resultado más igualitario, con poco desempleo. Sin embargo, las ventajas ambientales son parecidas al caso anterior. "Ninguno de los dos garantiza una reducción de emisiones suficientes", afirma D'Alessandro.

El tercer escenario es el decrecimiento: parecido al anterior pero con reducción del consumo y sin crecimiento económico. Solo en este caso se alcanza el objetivo de emisiones necesario. "La propuesta de green deal europeo no es muy avanzada. Pero me parece importante la admisión de que hay un problema ambiental y social a la vez", observa D'Alessandro. "Estamos en un cruce de caminos. Puede que en septiembre nos encontremos en la misma situación de hace 10 años o puede que la gente se haya dado cuenta de que se puede vivir sin problemas con menos", reflexiona.

La "tormenta negra"

Hay expertos menos optimistas, que consideran que el partido está casi perdido. Entre ellos figura Antonio Turiel, físico del Institut de Ciències del Mar, que lleva años analizando el agotamiento de recursos fósiles en su blog The Oil Crash. Un artículo en esa página titulado La tormenta negra fue muy comentado durante el confinamiento.

El texto empezaba por donde este artículo: con los barcos cargados de petróleo, varados por falta de demanda. Según Turiel, la crisis del covid es una estocada mortal al sector petrolero. "Las compañías de fracking no logran beneficios desde el 2011. El sector del petróleo lleva con desinversiones desde el 2014. En el 2018, la Agencia Internacional de la Energía anunció que para el 2025 habría un problema de escasez del petróleo", relata.

El motivo es que el líquido que queda es cada vez más difícil de extraer y de peor calidad. ¿Pero el hecho de que se agote una de las fuentes principales de emisiones no es acaso una buena noticia? "Es un descenso demasiado brusco: nos faltará petróleo justo cuando lo necesitamos para hacer cambios. Una transición renovable rápida requiere de muchos combustibles fósiles para instalar la infraestructura renovable", contesta Turiel.

Horizonte oscuro

"El decrecimiento ya es inevitable, pero nos enfrentamos a un escenario de decrecimiento desordenado. Que lo sea más o menos dependerá de las decisiones de los gobiernos. La más urgente es: ¿cómo generamos empleo sin generar crecimiento?", apunta el investigador. Lo peor, asegura, es que la caída de los recursos fósiles podría tardar aún bastantes años, por lo que el decrecimiento podría no llegar a tiempo para evitar las peores consecuencias del cambio climático. Turiel entrevé un escenario oscuro, con retroceso económico y de derechos e incluso revueltas y guerras.

"Durante el confinamiento, hemos reducido nuestra presión sobre la bioesfera. Pero no es un buen ejemplo, porque ese no es el objetivo. El fin no es morir por inacción, sino adaptarnos, porque somos inteligentes. Lo mejor que le puede pasar al planeta no es que desaparezcamos, sino que comprendamos".