Ahora, vayamos a donde vayamos, hay cola. En el supermercado, en la farmacia, en las cafeterías... La distancia de seguridad y tener que respetar un aforo limitado en el interior de los establecimientos hace que tengamos que esperar más de lo normal. Es lo que tiene la nueva normalidad, que tenemos que adaptarnos a ella.

Pero, ¿os habéis parado a pensar en lo educativas que pueden llegar a ser las colas? Nuestros hijos han nacido en la era de la inmediatez. Están acostumbrados a tenerlo todo ya, a golpe de click. Todo lo contrario de nosotros, que teníamos que esperar varias semanas para revelar el carrete de fotos que habíamos sacado de nuestras vacaciones. Si queríamos escuchar nuestra canción favorita, teníamos que esperar a que la pusieran en la radio cuando nosotros la estábamos escuchando. ¿Nuestra serie favorita? Un capítulo a la semana. Ahora en Netflix tenemos las temporadas completas.

Pensándolo bien, igual las colas no les vienen nada mal a nuestros hijos para aprender a esperar, a frustrarse...

El experimento de las golosinas

A finales de los años 60, en la Universidad de Standford, el psicólogo Walter Mischel llevó a cabo un experimento: ofrecía a 90 niños de escuelas infantiles del campus de Stanford la posibilidad de una gratificación inmediata (una golosina de nube o una galleta) y prometía que, si esperaban 15 minutos sin comer el premio, les ofrecería dos.

La primera parte del experimento se llevó a cabo en 1960, con niños entre cuatro y seis años. De los que participaron en esta primera fase, una pequeña minoría comió el dulce enseguida, aunque solo un tercio de los niños aguantó la tentación lo suficiente para recibir un segundo premio.

18 años después, Mischel descubrió que los niños y niñas que habían aguantado mejor la tentación, sacaron mejores notas en los exámenes preuniversitarios y tenían un más saludable índice de masa corporal. Ya entrando en su vida adulta, las personas que habían esperado por su doble premio presentaban una mejor salud, menor probabilidad de caer en adicciones al alcohol, tabaco o drogas y mayor probabilidad de disfrutar de relaciones sociales más positivas. Edelgard Wulfert adaptó la situación a adolescentes y descubrió que aquellos que podían esperar una semana para su paga obtenían mejores notas, tenían menos problemas de comportamiento en el instituto y tenían menos probabilidad de refugiarse en el tabaco, el alcohol y otras drogas que los otros compañeros de experimento que decidieron no esperar a la paga semanal.

Tal y como dice el neuropsicólogo Álvaro Bilbao, “no estamos acostumbrando a nuestros hijos a esperar. Y esperar es muy importante. Muchas veces los padres intentamos ahorrar a nuestros hijos las frustraciones. Sin embargo, si queremos tener hijos felices en lugar de hacer que el viento siempre sople a su favor hay que enseñarles también a navegar en tempestades”.

La paciencia y su relación con el esfuerzo

El experto en talento y liderazgo Fernando Botella suele recordar en sus ponencias que un atleta se prepara 4 años para 90 segundos de competición. O que Pablo Picasso llegó a decir que “pintar como los niños me llevó toda la vida”. O Einstein, que “tardó casi 20 años en desarrollar una fórmula que cualquier niño puede copiar en un cuaderno”.

Son historias que demuestran la importancia del esfuerzo mantenido en el tiempo, la perseverancia, para alcanzar nuestros objetivos y crecer. Fernando Botella considera que es importante “explicar a nuestros hijos que los éxitos vienen después de mucho trabajo y que mientras llegan hay que ser pacientes. Que los resultados no se ven a corto plazo, se recogen a la larga”.

Que nuestros hijos entiendan que para lograr algo deben trabajar mucho y no desistir a la primera les ayudará a persistir.

Pautas para enseñar a tus hijos a esperar

La paciencia es como un músculo, se estrena. He aquí unas sencillas pautas para enseñar a nuestros hijos a esperar:

1. No darles lo que piden enseguida, permitir que esperen un poco. Por ejemplo, podemos disfrutar de un helado a la semana. Aunque lo compremos lo tengamos en la nevera desde el lunes, deben esperar hasta el sábado para comerlo. Esta es una muy buena forma de enseñarles a aplazar la recompensa.

2. Tenemos que enseñarles que “las cosas no son cuando ellos quieren, como ellos quieren y de la forma que ellos quieren”, recomienda la psicóloga Begoña Ibarrola.

3. Cumplir con el tiempo pactado. Si le hemos dicho que después de recoger la casa hacemos algo, o que en 5 minutos le atenderemos, cumplirlo. Es muy importante para que entienda que tiene que esperar y que después de esperar, se hace lo que él o ella ha propuesto.

4. Enseñarles el turno de palabra en las conversaciones para que no interrumpan. Tienen que entender que primero tienen que dejar a alguien que termine de hablar para hablar ellos.

5. Tenemos que ser pacientes nosotros. No podemos pedirle a nuestro hijo que sea paciente si nos ve todas las mañanas estresados en el coche porque hay tráfico o si estamos en la cola del supermercado y no avanza.

6. Establecer horarios y límites de tele o móvil. Cuando se ha cumplido ese tiempo, comprenderán que tienen que esperar hasta el día siguiente para disfrutar de otro rato de pantalla.

7. Realizar con ellos actividades lentas, que requieren mucha paciencia, como la conversación, la lectura, la cocina, los juegos de mesa (donde hay que esperar a que llegue nuestro turno) o cosas tan sencillas como atarse los cordones (adiós a los zapatos con velcro).

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