En octubre del 2018 se desencadenó en Francia la protesta, la de los chalecos amarillos, que llegó a poner en jaque al presidente Emmanuel Macron. La primera motivación de la gran movilización fue el rechazo al impuesto sobre los combustibles aplicados en el país vecino. Varios expertos apuntan a ese precedente como un claro ejemplo de que no hay política climática eficaz sin medidas sociales relacionadas. En efecto, diversos estudios han revelado que el impuesto francés sobre los combustibles era una iniciativa regresiva, ya que gravaba menos a los más ricos. Por esta razón, en la pasada cumbre del clima, organizaciones como Oxfam pidieron que los ingresos de los impuestos sobre la contaminación se dirigieran a cheques climáticos para los sectores más vulnerables de la población. Un fuerte acompañamiento social también liberaría las medidas climáticas del falso dilema: "O clima o bienestar".