Poco antes de que la epidemia se hiciera dramática en España, los chinos que viven aquí empezaron a tejer una red de información, traducciones, donaciones, contactos con su país... en un trabajo silencioso que conocen bien sanitarios y policías, especialmente en Cataluña.

El odontólogo en prácticas del Hospital General de Barcelona Cai Wenhao, de 21 años, desde comienzos de marzo no deja de enviar por WeChat, el whatsapp chino, todo lo que cree que puede combatir bulos.

En pocos días, el chat Xibaiñao Huachao Ixiexie Hue (Asociación de trabajadores de la salud chinos en España), en el que participa, alcanzó 1.500 seguidores que leían en chino y en catalán. Entre ellos, no solo sanitarios como este hijo de inmigrantes dedicados a la hostelería. También estudiantes chinos, familiares y amigos. "Hablamos no solo de consejos médicos, también de cómo conseguir mascarillas, guantes... y ponemos en contacto a médicos de aquí con los de China", cuenta Cai.

Cuando arrancaba el estado de alarma, médicos españoles empezaron a unirse al grupo. Hoy hay 82, y no solo de Barcelona como el director del Clínic o doctores de los hospitales del Mar, Vall d'Hebrón y Quirón, también facultativos de Sevilla y de otras ciudades. "Hablamos de fármacos, tratamientos...", explica Cai.

Donaciones

Con las UCIs repletas y los sanitarios sin apenas medios de defensa, los hospitales empezaron a buscarlos por su cuenta en China. Y se encontraron con un discreto colectivo en Barcelona, el Yathae Luoniyang Tichi Huaren Chuyo o Grupo de Donaciones de Chinos en Cataluña.

"Somos comerciantes y trabajadores chinos que, por conocer antes la epidemia, teníamos mascarillas en casa. Cuando empezó a haber tantos muertos dijimos 'basta'. Quedamos en que quien tuviera dos cajas, donara una", relata Cai.

Bo, comerciante chino en Barcelona, es el organizador. "Llevo diez años aquí. Es mi segunda casa", dice. Desde comienzos de marzo coordina a 300 voluntarios. "Actuamos en China, Italia y España. Tenemos donantes particulares, expertos en comercio internacional, gente de Médicos sin Fronteras, médicos de primera línea en Wuhan, gente como yo, con experiencia en crowdfunding...", asegura.

El grupo ha proporcionado unas 10.000 mascarillas, 50 gafas y 30 batas a la Guardia Urbana de Barcelona, los Mossos y hospitales como el Clínic, Can Ruti, Sant Pau y del Mar. Cuando se limitó el movimiento, estos chinos consiguieron permisos de la Guardia Urbana para seguir llevando donaciones por la ciudad.

Consejos

En los chats de estas redes de ayuda hay médicos chinos que estudian en España. Puede que, cuando vinieron a seguir cursos de postgrado, no imaginaran que asistirían bajo un torrente emocional, lejos de su tierra, a este desastre.

En diciembre, cuando a los hospitales de Hubei empezó a llegar una nueva y feroz neumonía, ellos estudiaban másteres en Barcelona, Madrid y Santiago de Compostela. Y cuando la Covid-19 se extendió por su país, lo siguieron con preocupadas llamadas a la familia con el consabido "¿estáis bien?".

Luego, entre la estupefacción y la impotencia, vieron llegar a este lado del mundo el Xinxin Quanyon Pintun, o Nuevo Coronavirus. Y después se han confinado en sus pisos de estudiante, instando a cualquiera que les pregunte a no bajar la guardia.

A Yingyuan Chen, de 29 años, natural de Chengdu -"la ciudad del oso panda", dice-, no deja de sorprenderla el ritual cotidiano de los aplausos. "Cada tarde, salir al balcón a las ocho me emociona mucho -cuenta-. Al principio me parecía una cosa rara, hasta que entendí lo que es: lucha solidaria".

Esta médica de familia estudia en el TecnoCampus de la Universitat Pompeu Fabra un máster en enfermedades crónicas y vejez; por eso mira con atención el drama de las residencias.

Desde el piso que comparte con una familia de Barcelona siguió inquieta la epidemia en China. "Estoy tan lejos... Sentía que no podía hacer nada".

Ying quiere dar un consejo a quienes salen al trabajo cada día: al volver a casa, "quitarse la ropa en la entrada y lavarla. Yo divido la casa en dos zonas: la zona de sucio, cerca de la puerta, y la zona de limpio, adentro. Fue mi madre, desde China, la primera que me lo aconsejó".

Lejía y sol

Desde Santiago, Zhou Can, de 30 años, que estudia un máster en salud pública, abunda en el consejo. "Debemos cambiar el diseño de la casa para, al entrar, quitarnos la ropa que traemos y echarla a lavar, limpiar el teléfono y el llavero, quitarnos los zapatos y el abrigo y, si es posible, ponerlos al sol. Si no, ventilarlos de dos a cuatro horas al aire fresco". Y no solo eso. Para ella no bajar la guardia implica, además, limpiar la casa cada tres días con lejía.

Esta doctora originaria de Quichou Quingyang ha asistido "muy preocupada" al desarrollo de la pandemia. Ahora está más tranquila; no cree que la situación vaya a empeorar: "Peor en España ya no puede ser, porque se está actuando. He visto a la gente en el mercado mantener distancia social, llevar la mascarilla con disciplina. Eso me alegra".

De esta experiencia saca una lección de salud pública: "El miedo no siempre es una cosa mala. A veces anima a tener una actitud adecuada ante la enfermedad".

Mejor no salir

En Barcelona están confinados y atentos Zhou Tao, especialista en cuidados intensivos, y la enfermera Ding, su pareja, que estudian un máster en cuidados a enfermos en estado crítico.

Guasapeando con amigos españoles de las UCIs han vivido el esfuerzo y el cansancio, la pena y la desolación. "En España lo están haciendo bien... ahora. Es verdad que España reaccionó lentamente, pero es que hay diferencias culturales con China", opina él. Y ella enfatiza: "Al salir, protegerse estrictamente. Si no se tiene mascarilla, mejor no ir al supermercado, comprar por Internet. El súper es un lugar demasiado cerrado".

"En China -tercia él- se da permiso para comprar solo dos horas cada tres días y a uno solo por cada casa. Entiendo que en España no puede ser igual, porque la cultura es diferente..."

Cuatro meses

Nelida Liu Runhan, de 28 años, que estudia un máster de epidemiología, recibe cada día en su piso aledaño a la Casa de Campo de Madrid una videollamada desde Sichuan. Es de sus padres, funcionarios de la sanidad china. "Les digo que estoy en casa, que estén tranquilos, pero cada día quieren comprobarlo", cuenta.

Los amigos españoles de Nelida sabían por ella de la gravedad de la Covid-19 antes de que llegara. Algunos compañeros vascos aconsejaron a sus familias pertrecharse para cuatro meses. La doctora Liu cree que es eso lo que durará el confinamiento en sus distintas fases. "Sé que es mucho tiempo, pero mire China: empezó en diciembre, ya es abril y solo ahora empieza a abrir espacios públicos..."