Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Entrevista: Joan Adrover de sa Teulera, payés orgánico

"¿Un pantalón cuesta 200 euros y una lechuga no puede costar tres?"

"¿Un pantalón cuesta 200 euros y una lechuga no puede costar tres?"

Joan Adrover de sa Teulera (Manacor, 1963) es "hijo, nieto y biznieto de payeses por parte de padre y de madre". Desde hace tres décadas practica la agricultura orgánica en su finca de veinte hectáreas de Petra, que en un ochenta por ciento lleva al consumidor a través de sus tres tiendas mallorquinas.

—Para que se haga cargo del tipo de entrevista: "¿Tiene miedo?"

—Ninguno, jejeje. De hecho, en un par de semanas ha mejorado el contacto con una naturaleza más sana y guapa que nunca. Hace diez segundos tenía a cinco metros a una liebre, que en otro momento hubiera salido corriendo. Nos creemos la cima del mundo, pero desapareceremos antes que él.

—Ahora resulta que el turismo no da de comer.

—Me hablabas del miedo, y vivimos un miedo colectivo que no es la enfermedad en sí, sino quedarse sin turismo y sin dinero. Al final, nos asusta perder un status que es irreal, insostenible y vacío.

—¿Es la venganza de la agricultura?

—La naturaleza no es rencorosa. Lo que ha ocurrido te demuestra claramente que nosotros somos el cáncer del planeta.

—Pero la agricultura vuelve a ser la estrella.

—"Debes estar contento", me dicen, y les respondo que "no más que hace tres meses". Estoy convencido y satisfecho de mi camino, seguiré trabajando igual tras el coronavirus. Si no me mata, que no creo que pueda.

—¿Ha notado un mayor interés de la juventud?

—No demasiado. Foravila es muy duro, para mí significa un hobby y una pasión. Lo has de haber vivido, porque es difícil de percibir en una sociedad repleta de derechos pero sin ninguna obligación. En cambio, la naturaleza te recibe dándote dos hostias. Ojalá esta historia del coronavirus nos dé un punto de reflexión, de que la vida es muy simple y la hemos complicado.

—Costará convencer a los jóvenes parados de que se levanten a las cinco y media de la madrugada.

—No creo que les haga la menor ilusión, nunca he entendido por qué la gente del campo no puede tener el mismo sueldo que en los hoteles. ¿Por qué un pantalón de marca cuesta doscientos euros y una lechuga no puede costar tres euros, qué es lo importante?

—Ustedes pueden alimentar a cien mil mallorquines, y somos un millón.

—Estoy convencidísimo de que Mallorca podría ser autosuficiente con los cultivos de estación, si no fuera por la multiplicación de turistas en verano.

—Agricultura orgánica se traduce por agricultura más cara.

—Sí, pero no porque seamos unos negociantes cabrones que nos queramos hacer ricos, sino porque los otros venden por debajo del precio de coste. Cuando me lo decían antes, replicaba que "tendrías que venir a trabajar una semana conmigo, y no lo encontrarías caro".

—Lo fueron sus padres y sus abuelos, ¿y sus hijos?

—Los dos mayores, también, tengo una tercera de doce años que no sé por dónde tirará. Mi hijo era buen estudiante y se encarga de la ganadería, muy dura y completamente distinta. Mi hija tiene el papel fundamental de cuidar al cliente a quien servimos directamente. Cuando empecé, me definía como un repartidor de salud.

—¿Qué se niega a cultivar?

—He descartado las cosas que no se dan bien, y mi única limitación es no hacer transgénicos. Un híbrido, vale, pero lo otro ni hablar, no son las reglas del juego.

—Tiene una tienda en el Mercat de Santa Catalina, que es jet set.

—No te creas. Tenemos clientes de nivel económico alto y otros que van muy justos, y son tan buenos unos como otros. Santa Catalina es un mercado de paso, pero nosotros contamos con una clientela muy fija.

—Los payeses de toda la vida no perdían el tiempo con el yoga.

—Te diré una cosa. Mi abuelo, que es mi referente y la persona que me hizo adorar la agricultura, no había oído nunca la palabra yoga, pero a los setenta años mantenía un físico fibroso y una presencia que yo no he conseguido con el yoga. Ahora mismo estoy en la sala donde lo practico. Te pone en conexión contigo mismo, lo cual no es fácil con la tecnología actual. El mundo solo puede cambiar si cambias tú.

—He visto piñas tropicales y mangos en su oferta, un sacrilegio.

—Hay un tema comercial que me ha costado una serie de años aceptar. No quería vender tomates cuando no es la época, y el cliente me decía que "entonces los compraré convencionales". No soy perfecto.

—¿Cuánto tardaremos en volver a olvidarles?

—Dos días, en cuanto acabe lo del coronavirus. Al tercero ya ni pensaréis en los payeses. La memoria de la gente es muy a corto plazo, ponlo con mayúsculas.

Compartir el artículo

stats