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Opinión

Campo abierto

El director Bong Joon-ho y la productora Sin-ae Kwak confesaron su "sorpresa" al saberse los grandes triunfadores de la noche. reuters

Tenía previsto titular este análisis "Vuelta a las trincheras" por el avasallador número de pronósticos a favor de 1917. Una película que apelaba a la perenne querencia de los Oscars por dramas bélicos ( El puente sobre el río Kwai, Ben-Hur, Patton, El paciente inglés, Gladiator, En tierra hostil?) sin vender nada nuevo, es un Gallipoli con un vistoso falso plano secuencia. Sin embargo los miembros de la Academia han abandonado la trinchera más comodona (recordemos el blando dramita racista Green book del año pasado) y han salido a campo abierto, premiando el talento a secas, sin estandartes, como hacen los principales festivales europeos.

Prácticamente todos los cinéfilos estaban de acuerdo en que Parásitos es la mejor película estrenada el año pasado. El estar nominada al premio gordo, además de la mejor película extranjera, parecía un relleno. Sombrerazo por romper la tradición, por tumbar una barrera más de su corral, subrayando que los cuatro Oscars de los surcoreanos son pata negra. También es loable el premio al guion adaptado a Jojo Rabbit. Otra película transgresora, El tambor de hojalata en comedia y con un neozelandés con evidentes rasgos aborígenes encarnando a Hitler. A mi me encantó, y más aún la reivindicación por parte de Taika Waititi del milenario arte de narrar (buenas) historias. En los premios a las actuaciones no ha habido sorpresas porque todos lo merecían casi por igual, igual que decenas de descartados previamente, y cada uno de los premiados y nominados por no pocos trabajos previos (Adam Driver, por ejemplo, acabará ganando una estatuilla). El alborozo no es total. Falta suprimir las barreras a las minorías étnicas (a pesar del espejismo de Moonlight hace dos años) y el carpetovetónico rechazo a las mujeres directoras. Oremos porque Hollywood dé también ese doble paso.

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