Después de espinagades y torradas populares llega el momento de los calçots. Este plato típico de Cataluña, concretamente del Alt Camp y comarcas cercanas, se ha hecho popular en Mallorca y son muchos los grupos de amigos y familias que se reúnen para comerlos.

De hecho, las calçotades calçotadesson comidas de hermandad, un plato sencillo de temporada que empieza a finales de invierno hasta principios de primavera, en la que los brotes tiernos de las cebollas se carbonizan al calor de las llamas.

B.F.

Alfonso Robledo es el propietario del restaurante Ses Coves de Gènova, conocido porque año tras año los prepara para sus parroquianos. "Nosotros los preparamos con sarmientos y ramas de olivo y ullastre, apunta. Se hacen al momento y se acompañan con salsa romesco (elaborada con ñoras, ajos, tomates, almendras o avellanas tostadas, aceite y vinagre) y, para que nadie se manche, los comensales reciben un babero.

El procedimiento para comerlos es muy sencillo, se cogen por la parte de abajo carbonizada y se estiran hacia arriba por la parte verde del brote. Se sabe si están bien hechos porque el interior es cremoso y tierno. Después, el calçot se rebaña en la salsa y se come, levantando el brazo y abriendo bien la boca, de un solo bocado.

En Ses Coves ofrecen en tres menús diferentes, con botifarra, chuletas de cordero y alubias, o bien con arroz, o bien con pescado, y de postre, mel i mató o crema cremada. Una de las novedades que ha incorporado el restaurante este año, que no tiene nada que ver con la calçotada es finalizar la comida con castañas asadas a la brasa: "La gente no se lo espera y les encantan", dice Robledo. Para esta temporada prevén hacer unos 20.000 calçots que traen expresamente de Valls, "si no tienen la indicación geográfica protegida de Valls, no los quiero, porque apostamos por la calidad", comenta el restaurador.

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