El pespunte filosófico de Brunello Cucinelli coserá el traje del arquetipo de deportista tenaz, el "gladiador" Rafa Nadal. El tándem entre uno de los modistos que hace suyos los principios de un oxímoron, el "capitalismo humanista", y un tenista extraordinario que huye de la extravagancia para refugiarse en el esfuerzo a conciencia casan a la perfección.

La metáfora costurera unirá la pequeña aldea de la Umbría, Solomeo, donde el "humanista" de la moda ha asentado su imperio con la punta lanzada del port de Pollença, sa Fortalesa. De aldea de un pequeño burgo a fortaleza, las nuevas élites, la industria textil y la deportiva, se funden en un abrazo que vestirá al mallorquín en un azul oscuro, como si fuera un personaje de la Divina Comedia. No se pasará por alto el físico atlético de Nadal que se acoplará a un traje de novio ajustado a sus hechuras.

A ambos les une el esfuerzo que les ha convertido en número uno en sus oficios; y a ambos se les asume por sus fidelidades a la tierra: de Umbría a Manacor. Otra característica común del diseñador y un universal modelo de tenista es su apoyo a los que pierden.

"Mi padre, que era un campesino, soñaba con trabajar en una fábrica en la ciudad, cuando lo logró, yo empecé a ver tristeza y humillación en su rostro al volver a casa por la noche, derrotado por horas de trabajo y falta de respeto a su dignidad", ha repetido en entrevistas Cucinelli. Ahí está la razón más poderosa de albergar en Solomeo, el corazón de una industria que genera millones de euros de beneficio y que a la vez mantiene unas condiciones laborales de respeto y dignidad. Nadal siempre que puede vuelve a casa: en Manacor regresa al origen, al clan.

Al tenista se le reconoce más allá de sus proezas en la pista. Se le quiere y admira por ser uno más. Su gesto en las pasadas inundaciones de Llevant, barriendo el barro del dolor trascendió como un nuevo Roland Garros, este ganado a pie de calle.

Lucirá bello el novio porque en cada pespunte de su carísimo traje habrá una máxima de filosofía, una manera de hacer que empezó dando color a las lanas de cashmere, hecho de forma artesanal, la marca de la casa que lanzaría al italiano al mundo.

Un detalle revelador: no habla de él como "dueño", aparta el término para biografiarse como "guardián de mi empresa".

Su marca también la eligió, tres años atrás, el empresario mexicano Pepe Bastón, en otra sonora boda, la de Eva Longoria. A Cucinelli le eligen los morenos.

Esmoquin de cashmere con chaqueta de solapas tipo chal. 5.990 euros. CUCINELLI