Siempre he evitado hacer largas colas para entrar en un establecimiento, ya sea un restaurante o una discoteca, pero reconozco que soy capaz de esperar un poco para entrar a Can Joan de s'Aigo. Muchas de las personas que conocen la heladería más antigua de Mallorca saben que según qué días y a según qué horas, se acumula la gente en la entrada de alguno de los tres establecimientos que tienen en Palma.

La tradición marca que es típico ir a tomar un helado el día del Corpus o hacer un chocolate después de Matines, pero también para festejar cualquier otra celebración. A parte del chocolate, pastas dulces y quemullars, son nueve tipos de helado que sirven a diario: almendra, avellana, vainilla, cava -también llamado "Ponxe del Rei En Jaume"- chocolate, café, fresa y albaricoque. Éste último solo se puede probar en verano, cuando es temporada. Desde hace un tiempo trasladaron el obrador del local de la calle Sanç (la casa madre) a Son Ferriol: "Necesitábamos ampliar las instalaciones y tener más espacio desde que abrimos el tercer local, pero continuamos con la misma receta y calidad de siempre", explica Leonor Vich Martorell. El motivo es la apertura del tercer local, en el edificio Can Maneu, popular por el ya mítico Bar Triquet, y el aumento de volumen de demanda que ha supuesto (elaboran 9.000 litros de helado al mes), por lo que se ha optado por adquirir nueva maquinaria y disponer de más espacio.

Leonor Vich, miembro de la propiedad de Can Joan de s'Aigo.

Leonor es una de las personas que integran la propiedad de este negocio familiar, formado por tantas personas como sabores de helado ofrecen. Heredaron el orgullo de regentar una de las empresas más queridas por los palmesanos de su tío Joan Martorell Pol y éste de su padre Antoni Martorell i Guasp. Precios populares y un servicio bastante rápido han hecho de esta emblemática casa un sitio recurrente para los residentes y también para visitantes. Le pregunto por qué continúan con el negocio, a lo que responde que "la familia pagamos un impuesto, el de la ilusión por mantener una empresa que amamos porque nos une a ella recuerdos y vivencias desde nuestra infancia". Me comenta que todavía se acuerda del local original de Can Joan de s'Aigo -ya desaparecido y que se encontraba en la calle Carnisseria, cerca del ábside de la iglesia de Santa Eulàlia-. En los años 70 se cerró para cambiar la ubicación a la calle Sanç: "Es curioso porque antiguamente estaba mal visto que las mujeres fueran solas a un bar, pero en cambio no lo estaba ir a Can Joan de s'Aigo", destaca Leonor. Luego vendría la apertura de la calle de Baró de Santa Maria del Sepulcre, el 20 de diciembre de 1990, con el que aumentaron servicio y clientela en otra parte de Palma.

Un poco de historia

Parece ser que en 1700, aproximadamente, un señor llamado Joan Thomàs, oriundo de Valldemossa, empezó a vender hielo prensado, procedente de las cases de neu de la Serra de Tramuntana. Los helados que hacía y vendía debían ser muy diferentes a los de ahora. De hecho, nos podemos hacer a la idea gracias al Llibre de gelats i quemullars, escrito entre 1884 y 1885 por Mateu Jaume, un solleric que regentó la mítica heladería a finales del siglo XIX. La obra -como explicó Lourdes Durán en el año 2000- la encontró el pintor Paco Amer en el mercadillo de Avingudes de Palma, y Lluís Ripoll la editó por primera vez en 1973. Pero atención porque la obra, difícil de encontrar en el mercado, recoge poco más de cien recetas de helados y pastas para acompañarlos.

Can Sanç, 10 / Baró de Santa Maria del Sepulcre, 5 / Sindicat, 74 (Palma). Abierto de lunes a domingo de 8 a 21 horas. 971 71 07 59.

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