Seguramente muchos lectores recuerden su primer helado en la ya desaparecida Granja Royal, cerrada en 1991, un espacio donde muchas personas celebraron la comunión. En mi caso, cuando intento recordar dónde tomé mi primer helado, siempre me viene a la cabeza Can Miquel. Tal vez sea un recuerdo equivocado y lo asocio a alguno de los paseos con mis padres por Jaume III que podía tener como parada esta emblemática heladería, antiguamente ubicada en esta avenida.

El origen

Como todo negocio que marca tendencia, Can Miquel tiene una historia que contar. Es muy conocido que su nombre se debe al fundador, Miquel Solivellas, oriundo de Caimari. Ahora bien, tal vez no sepan que antes de abrir la heladería dio el salto a Barcelona. Fue poco después de casarse con la inquera Apol·lònia Vallori, quien ya había vivido de pequeña en la capital catalana. Después de su boda, continuaba teniendo familiares residiendo allí que se encargaban de la pastelería Condado, un negocio que con los años ha pasado a denominarse Bocí (y que actualmente se encuentra en la vía Augusta). Allí, Miquel trabajó con sus cuñados y esposa haciendo ensaïmades y cruasanes. Pero en 1979, hace 40 años, el matrimonio decidió volver a Mallorca. Parece ser que al principio dudó en si poner una pastelería o una heladería, pero finalmente la segunda opción ganó a la primera y abrió la heladería el 6 de agosto, como se anunció en la portada de Diario de Mallorca del día anterior.

La familia Valero-Solivellas. B.F.

Los años pasaron y la dedicación por su oficio situó a sus helados como unos de los más populares de Palma. Ahora bien, de nada sirvieron los esfuerzos de Solivellas para mantener el antiguo local, por lo que la heladería pasó de Jaume III a la nueva ubicación en el carrer dels Montcades en 2011, con la ventaja de que han ampliado el espacio y la oferta ya que cuentan con un panadero, Alejandro, que elabora las ensaïmades, coques de patata, cocarrois de ceba y panades de llom amb trempó, entre otros productos.

El relevo

El mes de julio de hace dos años, Miquel Solivellas falleció pero su trabajo no ha sido en vano ya que su hija Teresa y su yerno Joan Valero continúan con su labor y tradición. Explican que el secreto es la materia prima de calidad y mantener los mismos proveedores con los que empezó su padre: leche fresca de AGAMA que cada mañana llega a las instalaciones, naranjas y limones de la Cooperativa de Sant Bartomeu de Sóller, figues de moro de Porreres o fresas de sa Pobla, de Frespi. Además, elaboran horchata, a la que dedican cuatro horas solo para limpiar 25 kilos de chufas, procedentes del municipio valenciano de Alboraia.

Ahora bien, si alguien me pregunta por los helados más populares de Can Miquel, desde la modestia apuntaría al de chocolate jamaicano -pura delicia- pero tengo que decir que suma adeptos el de alfabeguera y también el de herba-sana, ésta última traída desde Llubí por su amigo Pere. En total, son 60 sabores diferentes que pueden degustarse todo el año, haga frío o calor.

El helado jamaicano, uno de los más solicitados. B.F.