Creció rodeado de antigüedades, porque sus padres regentan, aún actualmente, una tienda de reliquias de tiempos pasados, en Inca. Y lleva profundizando en el oficio de restaurador desde los 17 años, cuando su padre le dio las primeras lecciones. Así aprendió la profesión que, a sus 40, es lo que más le entusiasma. Aunque sigue adquiriendo conocimiento, porque “uno nunca deja de aprender”, afirma. Si bien estuvo restaurando con su padre muchos años, la demanda decreció y tuvo que trabajar en otros sectores. “Tuve que espabilar”, dice él. Sin embargo, siempre encontraba tiempo para pasar en su taller, también en Inca -en el mismo edificio que está situada la tienda de su madre- para realizar sus creaciones. En el espacio donde trabaja, los ojos del visitante se pierden entre la cantidad de piezas hechas y las que están esperando para ser reconvertidas. Un desorden impuesto por el artesano lo inunda todo. “Lo que aprendía de la restauración lo aplicaba luego para realizar mis propias piezas -cuenta mientras va señalando algunas de sus creaciones y muebles que tiene pendientes de restaurar-. Realmente, es cuando improviso que me lo paso bien, haciendo algo que no sé cómo va a acabar”. Hace unos cinco años, se encendió una luz. Y las lámparas de Steven Vives empezaron a brillar.

Fue a partir de un encargo para el lugar en el que trabajaba entonces que realizó sus primeras lámparas. Como le llegó buen feedback de la gente, se animó a hacer más. El momento coincidió con un repunte de la demanda de restauraciones, y pensó que era el momento de reencontrarse con la artesanía con la que había crecido, aunque nunca la hubiera dejado del todo. Así que se tiró a la piscina. Sus creaciones se caracterizan por tener un estilo mediterráneo, una definición que emana de la utilización de materiales naturales, como la madera de acebuche o de castaño. En sus piezas, Steven encuentra el equilibrio perfecto entre lo rústico y lo minimalista. Además, para las pantallas, usa detalles isleños como la tela de llengües o esportins (capachos), elementos que aportan a las lámparas de trípode un carácter único y una presencia llamativa, a pesar de su evidente sencillez -estética, aunque no a nivel de montaje, pues también realiza la instalación eléctrica de los objetos-.

Las creaciones que presenta son totalmente artesanales. Cada una de ellas es única y se pueden hacer encargos personalizados. “Poco a poco empezaron a contactarme arquitectos, interioristas y tiendas de decoración. También se ponen en contacto conmigo particulares, con los que trabajamos el producto de manera conjunta, siempre analizando el estilo de la casa”, cuenta. Desde hace un tiempo, Steven trabaja con y para tiendas como Mestre Paco (Pollença), Degüayhaus (Palma), Bon Vivant (Palma), la Galeria Barceló. Art i Mobles (Santanyí) o Teixits Riera (Lloseta), entre otras. Además, le han encargado lámparas algunos hoteles, restaurantes y oficinas.

Steven lamenta que la artesanía sea algo que valora más la gente de fuera que no los locales. “A veces, en el mercado (cada domingo está en Consell), escucho a gente decir mira, esto lo podrías hacer. Me hace gracia, porque tampoco es tan sencillo. Hay que elegir la madera de manera cuidadosa, saber tratarla para que no se estropee, electrificarla...”, concreta. Hay que tener las manos curtidas, para crear lámparas que brillen como las de Steven.