Orbitemos. Yo orbito, tú orbitas, él, ella, orbitan. Y así. Ha vuelto Órbita Laika, que se calle de una puta vez Íker Jiménez. Ya sé que no tiene nada que ver la excelencia con la excrecencia de un entretenimiento televisivo que fomenta la superchería, lo falsario y lunático de este negocio, pero me gusta de vez en cuando meter bulla y pulla, aunque ni siquiera roce el pelazo de Jiménez a lo Puma o los dientes magníficos de la comandanta de la nave del misterio, doña Carmen Porter, que lleva en la órbita del tocomocho de la ciencia chunga, contándonos milongas de voces raras, sombras alargadas en la noche, muñecos vivientes, o dibujos fantasmagóricos más tiempo que algún partido buscando el centro, y sin hallarlo. Ha vuelto Órbita Laika, y en verdad en verdad les digo que es un placer, que La 2 se ha hecho más luminosa, que los lunes por la noche, después de la entrega de Ese programa del que usted me habla, cobran sentido si te dejas recostar en el sofá, apartas lo demás, y te meces en el mundo maravilloso que propone el equipo del programa. Esta semana han tratado en profundidad la música, y de hecho, agitando no la bandera para tapar miserias, carencias, o repartir carnés de español y muy español sino la bandera del humor, se ha llamado De Mozart al perreo. Fue magnífico. Se habló de la música como emoción, como terapia, como conquista humana, se habló de matemáticas, de armónicos y de ondas, de ruidos y de nuestro cuerpo como máquina sonora, se habló de conexiones eléctricas dentro de nuestro cerebro, y se habló de cómo esos fantásticos chispazos activan algo que sólo tenemos usted y yo, la emoción. Y por si faltara algo en esta temporada han puesto al frente a un larguirucho llamado Eduardo Sáenz que es la alegría de la huerta de la divulgación. Alguien capaz de decir que “un medio público no puede dar cabida a negacionistas porque iguala argumentos que no son iguales” merece todos mis respetos ya que enfrenta ciencia y opinión, y más loco aún, ciencia y fe.

Venganza latina

En la órbita del toro, como esto siga así, no hay dios que pueda comprar carne de torero, carísima y accesible solo a bolsillos privilegiados porque el mercado es lo que es y los partidos de la derecha se rifan a estos maestros de la faca sangrienta que da gusto, unos camino de las filas del PP, otros engrosando el mosquerío arenoso del club del tío del mulo. Creo que los líderes se han apostado a la puerta de las plazas con un fajo de ideas añejas para atraer a estos rutilantes saltimbanquis embutidos en trajes de colorines, y que Albert Rivera se ha quedado sin torero porque el que tenía se le ha ido. Esto de los fichajes de toreros es vertiginoso, más rápido que el papa Francisco haciendo la cobra del anillo, eso de retirar la mano a velocidad diabólica para que nadie le bese la joya, el anillo del pescador. Pero a mí me da que no hay humildad en el gesto sino estrategia. ¿El Vaticano dando lugar a vídeos virales cuando su estricto protocolo podía evitar la escena dando instrucciones precisas de que el anillo del papa no se besa? Ahí hay gato encerrado. Risto Mejide, raudo como Francisco, habla con el torerito Miguel Abellán tratando de averiguar en Todo es mentira qué aportará para mejorar este país desde las filas del PP, y el torero, demudado, contesta vaguedades sobre la órbita torera a la que “hay que proteger para que no desaparezca”. Ole y ole. Viendo y escuchando esta sarta de necedades concluyo. Una hora de Órbita Laika es más llevadera y gloriosa que dos minutos de matraca vende patrias. Algún día, aunque repitan tema, los de Órbita Laika han de arremangarse las lorzas de la sensibilidad y volver a la música, o lo que quiera que sea eso. Me explico. Como saben, el señor presidente de Méjico ha enviado carta no sólo al mentado papa del anillo veloz -que lo retira de los labios besantes por higiene, han dicho los altos curas del gobierno clerical- sino a Felipe VI reclamando perdón por los males cometidos en la conquista de América. Sobre la estrambótica carta de Andrés Manuel López Obrador, aupado a una repentina fama española de telediario y tertulia, capacitado ya sin duda para formar parte de Gran Hermano VIP o Supervivientes, hasta Vargas Llosa le afeó que tenga tantos millones de indios pobres, pero lo que me tocó el alma es la siguiente reflexión que circula por Internet, “España sería lo que fuese en su día, pero la venganza de Latinoamérica con el reguetón ha sido desproporcionada”. Ya digo, que Órbita Laika ponga luz.

Derechita cobarde

Que ponga luz el larguirucho Eduardo Sáenz en el plató de su programa para explicar si el reguetón es una música o lo que muchos tememos, una maldición, un castigo, igual que hace Josemari Aznar como macho alfa que es, retar al de la mula para que, si tiene cojones le diga mirándole a los ojos eso de la derechita cobarde, poniendo luz y calor paternal en el retoño, un Pablo Casado entre dos hombretones ardientes que, como es sabido, del odio al amor sólo hay un sí, quiero, y el del caballo ya le ha dicho a Aznar que sí, que cuando quiera se lo dice mirándole a los ojos. Enternecedor. Si el encuentro es sin pistolas, ya digo yo que ahí hay romance. Las órbitas machitas son muy raras. Al menor descuido se la están midiendo. Por cierto, ¿sabían que Pablo Casado, perdonen la insistencia sin ser Matías Prats, miente hasta a sus hijos? El tragaldabas les ha dicho que no va mucho por casa porque participa en un concurso. Podría ser tierno, pero sólo es cruel. Qué pena de niños cuando sepan dentro de un mes que terminó el concurso y el padre no ganó. Y me voy corriendo, que llego tarde a mi curso acelerado por correo de astronomía para saber cuál es el lugar más lejano del universo, conocido o ignoto, al que poder acercarme cada vez que hable la señora Inés Arrimadas, no por lo que dice sino por cómo lo dice, con esa vocecita de alfileres repipis. El lunes, en Los desayunos de TVE, la vi un ratito y por poco tiro la tele por la ventana. Y yo, detrás, orbitando como una perra loca.