P El Gobierno estudia incluir el yoga en la lista de pseudoterapias. ¿Lo es esta disciplina?
R Para mí es esencial decir que lo mío es complementario. Es decir, si yo tuviese cáncer me haría tratamiento oncológico. Lo que querría es el yoga y las técnicas del yoga para ayudarme a sobrellevar los efectos. Con el cáncer pasa que cada vez más gente sobrevive y el tratamiento ha mejorado mucho. Ahora sobrevive un 55%. Y se espera que en los próximos años se llegue hasta el 70%. También tenemos el dato de que una de cada tres mujeres desarrollará cáncer y uno de cada dos hombres lo tendrá. Estamos hablando de mucha gente que padecerá cáncer y también mucha gente que sobrevivirá a la enfermedad. El yoga ayuda a sobrellevar los efectos secundarios del tratamiento, que son enormes tanto a nivel físico como emocional. Si puedes llevar esto mejor, las probabilidades de que vivas son más altas además. Pero es un complemento. Es igual cuando vienen personas con trastornos mentales. La primera pregunta que les hago es: ¿estás recibiendo un tratamiento?
P ¿Cómo incide el yoga en estos enfermos?
R Nosotros enseñamos lo que se llama yoga informado. Se diferencia de otros yogas en que éste está basado en estudios científicos. En Boston han hecho muchos estudios sobre ello. Es un trabajo que tiene mucho que ver con el empoderamiento. Tanto una enfermedad como el cáncer o un evento traumático suponen una pérdida de poder. Lo que hacemos es, a través de cosas muy pequeñitas en un espacio muy seguro, que es nuestra sala, empezar a darle a la persona opciones para volver a encontrar lo que ella necesita y saber dárselo a sí misma. Y volver a encontrar momentos en el que tiene poder de decisión y de actuación. Otra cosa que se trabaja es la reconexión con el cuerpo.
P ¿El yoga es una estructura de pensamiento?
R Sin duda. Se filtra en todas las facetas de tu vida. Es una filosofía. que se aplica a cómo comes, lo que haces en tu tiempo, cómo llevas tu día a día, cómo tratas a los demás. Tus prioridades cambian. Es una práctica que a mí me ha ayudado a sentirme más completa. Puede ayudar a que se necesiten menos cosas para llenar vacíos.
P Ahora hay yoga en cualquier gimnasio. ¿Se está desvirtuando?
R Sí, pero yo tengo la esperanza de que estos sitios que ofrecen este tipo de yoga den la posibilidad a más gente para después profundizar más en lo que es esta disciplina.
P ¿El yoga puede aplicarse a proyectos sociales?
R Sí. Hay proyectos de yoga para gente sin techo, enfermedades mentales o adicciones. Puedes trabajar también con personas en riesgo de exclusión. O en prisión. Un sin techo no tiene casa ni comunidad. El yoga crea comunidad y con él también se puede trabajar el enraizamiento. Aunque no tengas solidez alrededor de tu estructura, como una persona sin techo, sí se puede trabajar para que encuentres una solidez dentro de ti.
P En EE UU se abren más estudios de yoga que Starbucks.
R ¡Es cierto! Y en Barcelona también. No es sostenible, no sobrevivirán tantos. Pero los buenos aguantarán. O eso espero. Son espacios que pueden llegar a tener un papel importante en la comunidad. En Barcelona, donde yo enseño, cuando hubo todas las manifestaciones por el 1-O, sentí que la gente venía a clase como buscando un sitio de tranquilidad y estabilidad. Esos meses tan intensos, también cuando fue el ataque terrorista, fueron desestabilizadores. En ese momento, casi todas las clases las orientaba al enraizamiento. Porque notaba que la gente estaba como con falta de estabilidad. Y necesitaba volver a encontrar su solidez, su suelo y su sitio.
P ¿Qué ha aprendido de su madre, Cristina Macaya?
R Mi madre siempre ha sido capaz de juntar gente de mundos muy distintos y crear una dinámica increíble. Creo que por eso soy capaz de adaptarme a cualquier tipo de situación y persona. La cuestión también de estar haciendo algo por los demás la he aprendido de ella.
P ¿Los políticos necesitan yoga?
R Todo el mundo necesita yoga. Obama seguro que tenía que hacer yoga.
