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Dieta y movilidad

Dieta y movilidad

Mucho se ha especulado acerca de cuáles fueron las causas que llevaron a la desaparición de la especie humana más cercana a la nuestra, la de los neandertales, Homo neanderthalensis. El hecho de que su fin llegase coincidiendo más o menos con la entrada en Europa de los primeros humanos modernos (Homo sapiens) fue la clave para sostener que éramos nosotros los que habíamos acabado con nuestros primos hermanos, una hipótesis sostenida durante mucho tiempo y cuya versión más apocalíptica remite a un enfrentamiento directo, a una especie de guerra de exterminio en la que los neandertales habrían sido las víctimas finales. Se apoyaba dicho relato en la gran superioridad técnica e incluso mental de los humanos modernos, una suposición dada por cierta pero que a medida que fueron avanzando los estudios arqueológicos, en particular en Oriente Próximo, resultó basarse en un error. En cuevas muy cercanas dentro de lo que es hoy el territorio de Israel y Palestina, neandertales y humanos modernos compartían en la práctica un mismo nivel tecnológico de talla de útiles de piedra. Y si bien es cierto que, más tarde, los cromañones (pertenecientes a nuestra especie) se adentraron en Europa con una cultura muy avanzada, la misma que dio lugar a las maravillas de las policromías de las cuevas del sur de Francia y el norte de España, al cabo se descubrió que también los neandertales decoraban sus cuerpos y sus lugares de refugio.

La interpretación de las ventajas de los humanos modernos frente a los neandertales se trasladó, al abandonarse la hipótesis del exterminio directo, a las ventajas de nuestra especie al incorporar una dieta más rica en la que peces y mariscos habrían acelerado la evolución de cerebros más eficaces. Pero un estudio de Christof Wissing, investigador del departamento de Geociencias en la universidad de Tübingen (Alemania), y colaboradores aparecido en la revista Scientific Reports pone en duda esa interpretación. Mediante el análisis de los isótopos estables contenidos en los huesos de neandertales y humanos modernos procedentes de cuevas como las de Goyet y Spy (Bélgica), Wissing y colaboradores han podido determinar la dieta de los dos grupos. El resultado indica que era idéntica y estaba basada en la ingesta de carne de grandes herbívoros, sin indicios sustanciales de ingesta de recursos acuáticos en ningún caso. Lo que si parece suponer una diferencia notable es la capacidad de movilidad, con estrategias muy superiores en los humanos modernos, cosa que apunta —de acuerdo con Wissing y colaboradores— a una explotación superior del ecosistema que pudo afectar de manera notable a la disminución de las poblaciones de grandes herbívoros. Se remontaría pues a entonces, al Paleolítico Superior, el impacto de Homo sapiens sobre el medio ambiente. Y nosotros podríamos haber sido al cabo responsables de forma indirecta de que los neandertales desapareciesen, a causa de la pérdida de recursos de caza.

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