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Leyendo el pensamiento

Leyendo el pensamiento

La idea de Wittgenstein de que la mente es algo que jamás podremos escudriñar se está desmontando. Los primeros pasos de la neuroimagen permitieron llevar a cabo una especie de foto (más o menos instantánea) de las zonas del cerebro activadas cuando se está llevando a cabo una determinada actividad cognitiva. La euforia que desencadenaron esas técnicas sabemos ahora que era excesiva: a punto estuvimos de rescatar la frenología, olvidando que el pensamiento es cuestión de redes neuronales y no de áreas activadas por separado. Pero lo cierto es que la neuroimagen permitió creer que se podía superar la duda principal planteada por Descartes en el siglo XVII: la de la relación que existe entre mente y cerebro. La neurociencia computacional partió de la hipótesis de que los estados mentales no son otra cosa que resultados funcionales de la actividad del cerebro y el campo creciente de la neuroimagen, con sus resultados ya gigantescos, no ha hecho sino apoyarla.

Se da ahora un paso aún más grande. Hassan Akbari, investigador del Mortimer B. Zuckerman Mind Brain Behavior Institute en la Columbia University (Nueva York, Estados Unidos), y sus colaboradores han publicado en la revista Scientific Reports el resultado de la transformación en palabras de las redes neuronales que se activan en los sujetos de experimentación al escuchar una voz humana. Se trata de un objetivo encuadrado en los programas de interacción cerebro-máquina que intentan convertir, con la ayuda de una computadora, las señales cerebrales en mensajes legibles por otra persona. Pero nunca se había llegado tan lejos en el propósito de traducir la comunicación neuronal en comunicación verbal.

Las limitaciones de la nueva técnica de interfaz cerebro-computadora son grandes. Es necesario implantar electrodos en la corteza de los pacientes que no pueden hablar por sí mismos para que la combinación de algoritmos y máquinas obre el milagro. De momento, la eficacia de la traducción red neuronal-palabra alcanza sólo un 75% de éxito —más del doble de lo logrado hasta ahora, por otra parte— y se refiere sólo a palabras simples o números. Pero la prensa no especializada ha captado de inmediato la trascendencia de un artilugio que nos ha abierto esa caja de Pandora que es la mente. Un aparato así, una vez mejorado, hubiese permitido a enfermos con esclerosis lateral amiotrófica, como Stephen Hawking, hablar de una manera tirando a fluida. Y, por plantear la cuestión en términos filosóficos, nos encontramos ante el final del dualismo, de la supuesta separación absoluta entre mente y cerebro. Lo que habría dado Descartes, mecanicista convencido que tuvo que proponer la existencia de una mente ajena al cuerpo para poder encajar la voluntad humana en los mecanismos generales que rigen en el universo ligando la causa al efecto, por disponer de los procedimientos actuales que nos permiten entrar en el cerebro.

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