El corrillo de periodistas estaba expectante. ¿Será él?, se volvían a preguntar con la mirada fija en un vecino senegalés de s'Arenal de Llucmajor que se acercaba ayer a la administración de Lotería de la Papereria Sastre. Dirigiéndose a los medios, proclamó, con cierto tono de solemnidad: "¡Voy a ver si me ha tocado!". Manejando la tensión como si fuese un profesional de la escena, sacó lentamente el décimo de su cartera.

Mientras lo hacía poco a poco, una vecina que presenciaba la escena se empezaba a impacientar. "¿De verdad lo tienes tú, vecino? Es que es mi vecino, vive en mi finca, por eso lo digo", aclaraba la señora a los periodistas, testigos mudos de la conversación. "¡Ojalá lo tenga!", respondía el hombre que atraía todas las miradas. Sacó el billete, lo desdobló, lo miró y dio la noticia: "¡Mala suerte!".

En la calle Berga

Mala suerte para él y para los periodistas, que al final se quedaron sin poder hablar con ninguno de los agraciados por un Gordo que dejó 800.000 euros en s'Arenal.

La administración de Lotería de la Papereria Sastre, en la calle Berga, vendió dos décimos del Gordo de la Lotería, el 03.347, según explicaron las propietarias, Pepi Enríquez y Toñi García, que son tía y sobrina, respectivamente.

Durante toda la mañana, fueron muchos los curiosos que se acercaron hasta el establecimiento, con 40 años de historia a sus espaldas. Entre ellos, sin embargo, ningún premiado.

Enríquez explicó que, al ser unos décimos vendidos por máquina, era "difícil" saber quiénes habían resultado agraciados.

Con todo, las loteras estaban exultantes por haber repartido el premio Gordo de la suerte, pese a que ellas no llevaban ese número. "Tengo una satisfacción muy grande. ¡Es como si el premio me hubiese tocado a mí!", contaba Enríquez a los numerosos medios que se desplazaron al lugar.

Toñi García destacaba los orígenes de este negocio familiar que empezó su abuela, al tiempo que recordaba que el año pasado ya repartieron un premio de la Lotería de Navidad, en ese caso, el quinto. García confió en repartir de nuevo fortuna para la próxima cita ineludible en el calendario: el Sorteo del Niño, ya en enero.

Ambas loteras cumplieron con uno de los rituales del sorteo de Navidad entre los premiados: la imagen de rigor con un cartel del billete premiado y el descorche de una botella de champán.

Uno de los transeúntes que se acercó para ver el ambiente aprovechando que había sacado a pasear a su perro aseguró que a él no le había tocado, pero no se le veía especialmente dolido. Con cierto tono zen, decía: "Con que toque en esta zona, ya está bien. Aquí hay mucha gente trabajadora. Son empleados de la hostelería, que ahora no trabajan porque los hoteles están cerrados".

Otras vecinos no practicaban tanto el discurso de la resignación. En tono amargo, una mujer se lamentaba: "¡Seguro que se lo ha llevado algún veraneante!". Mientras, el vecino del principio se lo tomaba con humor: "Aunque no me haya tocado, ¡yo os invito a todos a Senegal!".