Como se ve en una de las imágenes de esta página (abajo a la derecha), ya desde que era pequeña Aïda Rull pasaba horas y horas, junto a su hermano, en la herrería de su padre para ayudarle con el trabajo. Y aunque cuenta que en sus planes no contaba dedicarse a la herrería, y menos durante su adolescencia, ahí está ella, instalada en Sineu desde hace dos años -es de Barcelona-, presente en muchos de los mercados y ferias artesanos de Mallorca y paseando sus enormes esculturas de hierro por las diferentes Nits de l´Art de la isla. "Viene de familia", apunta sin esconder la sonrisa. "Mi padre era herrero, igual que mi abuelo. Y de parte de madre, mi abuelo era joyero". Hay quien pensará que no podía terminar haciendo otra cosa, aunque no se dedica exactamente a lo mismo que la empresa familiar de su padre, que enfoca su artesanía a productos concretos, como cabeceras, puertas o bancos, entre otras cosas. Aïda se ha centrado en la parte artística y escultórica. Y hace poco que decidió abrir la puerta de la joyería.

"Estudié forja artística en la Escola Superior de Disseny i d´Arts Llotja de Barcelona. Pude viajar a México con un intercambio universitario, legando a la Universidad de Bellas Artes de Aguascalientes, y tuve la oportunidad de exponer en el Museo José Guadalupe Posada. Fue increíble todo lo que aprendí allí", recuerda. Fue durante esos años de aprendizaje que la barcelonesa se enamoró del hierro: "Es un material que se trabaja con el fuego, un elemento que permite moldearlo, transformarlo, darle forma a tu gusto. El fuego me atrapa. Por otra parte, el hierro es un material que condiciona mucho por sus características, y eso es algo que me encanta porque te hace reflexionar y pensar en cómo puedes llegar a hacer la pieza que quieres. O te hace cambiar de idea completamente", dice la mujer de treinta y tantos que recuerda con cariño a la niña que pasaba las tardes en el taller de su padre. La que ahora firma sus piezas con su nombre: Aïda Rull.

Para Aïda, la escultura es un lenguaje y la materialización de la necesidad de dibujar sobre el espacio con líneas de hierro. Entiende sus esculturas como tótems y cuenta que representan momentos, emociones, historias y reivindicaciones. "Son símbolos que espero que inspiren a quien los observa", dice. Y no duda en desvelar que Mallorca ha sido desde siempre una fuente de inspiración muy potente para ella ya que, aunque sea de Barcelona, lleva viniendo a la isla toda la vida porque un familiar tiene una casa Artà. "Me encantan las algas, las flores, los peces... Siempre que venía aquí me iba con la sensación de tener muchas más cosas en la cabeza". Además de sus proyectos personales, también realiza esculturas por encargo.

La joyería llegó hace más poco tiempo. "Decidí empezar porque es más fácil llegar a la gente con las joyas que con la escultura. Además, encaja más con lo que hay en los mercados artesanales", dice. Aprendió con un amigo suyo, un artesano de Formentera, y se formó con algunos cursos más concretos. Para crear los complementos, utiliza la caja de herramientas que utilizaba su abuelo materno. "Es uno de los mejores regalos que me han hecho", cuenta, aun con la sonrisa. Nunca se sabe, pero hay veces que el destino de alguien está muy cerca de su origen.