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Con Ciencia

Simetría rota

Simetría rota

Los vertebrados (y también los anélidos y los moluscos, entre otros) somos animales simétricos. Pero con ciertas excepciones. La mayor parte de los seres humanos somos diestros, esto es, utilizamos la mano derecha de forma preferente y con mayor destreza, cosa que refleja una pérdida de la asimetría no ya en las extremidades superiores sino en el cerebro, mediante la llamada lateralidad. El hemisferio izquierdo humano es distinto al derecho y dominante, dando por resultado la destreza de la mano derecha en la mayoría de las personas (de hecho, como es obvio, destreza viene de diestro). La minoría de los zurdos usa la izquierda. Algo que me ha intrigado desde los tiempos en que daba clases de antropología es por qué los chimpancés muestran también lateralidad cerebral, siendo así que son ambidextros, es decir, no cuentan con preferencia por una mano determinada. Lo ignoro pero puede que haya quien sí lo sepa.

A veces la simetría rota adopta formas un tanto sutiles. Por ejemplo, nuestros intestinos se retuercen sobre sí mismos para poder ajustarse al espacio disponible en la parte inferior del tronco (lo mismo sucede con el cerebro, que aumenta su superficie cortical dentro de un cráneo de volumen limitado mediante los recovecos que le dan a los hemisferios cerebrales ese aspecto como de coliflor). Como al extender el intestino delgado y el grueso nos parecen simétricos, se podría pensar que siguen la regla general. Pero al retorcerse lo hacen plegándose en un determinado sentido.

Mediante trabajos experimentales, Aravind Sivakumar, investigador del departamento de Medicina Molecular en la universidad de Cornell (Ithaca, Estados Unidos), y sus colaboradores han descubierto el mecanismo que provoca la lateralización intestinal. Como indican los autores, la proteina PITX2, controlada por el gen del mismo nombre que se expresa en el lado izquierdo del organismo, es la que provoca las asimetrías laterales. Pero el resultado del análisis de Sivakumar y colaboradores indica que, por lo que hace al intestino del embrión en desarrollo, es una molécula extracelular activa en el lado derecho, el ácido hialurónico (HA), la que impone el plegamiento típico. HA se suele sintetizar de forma bilateral pero, en este caso, una modificación producida por la enzima Tsg6 produce que la simetría se rompa para dar lugar a la rotación en el intestino medio. Si el HA no actúa de esa forma, el embrión es incapaz de iniciar la rotación intestinal y, de paso, sufre problemas en el desarrollo vascular.

Los autores han realizado su trabajo mediante ratones genéticamente modificados y aves. Pero es harto probable que semejante herramienta del desarrollo, de tanta trascendencia para poder encajar en el cuerpo unos intestinos de tamaño tan largo, haya sido fijada por la evolución en los ancestros remotos de los vertebrados actuales y, así, sea compartida por todos ellos, incluidos claro es nosotros los humanos.

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