Otro ritmo, otra perspectiva, otro objetivo, otra iniciativa. Mandaia se cuela en el mundo de la moda artesanal para ofrecer piezas de ropa únicas y con un fuerte trasfondo. Si bien ya hace unos 12 años que Maria Gómez, la fundadora de Mandaia -nombre que le viene dado por el mal nom de su abuela-, cose. Primero fueron bolsas, monederos, y detalles más pequeños. Luego empezó con la ropa, sacando los patrones de piezas que le gustaban. Sus hermanas se probaban sus diseños y le decían qué debía mejorar, si eran cómodos, si eran frescos... "Así empezó un poco todo", asegura la manacorina, que no ha estudiado diseño. "Aprendí a coser con una compañera del trabajo. Ella era modista pero lo dejó, y en su casa aun tenía una habitación con las máquinas de coser, las telas? Y otra mujer y yo fuimos sus alumnas durante un año. Íbamos a su casa por las tardes y nos enseñó a hacer patrones, diferentes puntos...un poco de todo", cuenta.

Ser el cambio

Cosía para ella, para su familia, para sus personas más cercanas. Y fue hasta hace dos años que Gómez decidió hacer ropa para vender. A ello, la empujó el trágico derrumbe en abril del 2013 de la fábrica textil Rana Plaza de Bangladesh, donde 1.130 personas perdieron la vida. "Decidí que se acabó. Que no quería participar en este sistema. Esto, entre otras cosas, me empujó a intentar vender las prendas que confeccionaba" y, si bien es consciente de que muchas veces una no puede escapar de este sistema, la creación de Mandaia, una firma que solo crea a partir de lo que ya está fabricado, es su aportación a un cambio de paradigma. No solo de la moda, sino también a nivel social. Gómez lo tiene claro: "Lo más ecológico es utilizar algo que ya está fabricado. No hay por qué producir más. ¿Por qué no utilizamos cosas, desde prendas de ropa integrales, retales de tela hasta cortinas y sábanas que tenemos, que quizás no están de moda, pero que podemos actualizar? O darles un toque más personal. O llevar un vestido diferente. O, simplemente, no consumir por consumir, por automatismo. Así, las piezas que confecciona la manacorina están hechas a partir de telas reutilizadas. Muchas de ellas son donaciones de sus amistades más cercanas, de su familia, o de gente que se pone en contacto con ella a partir de las redes sociales. Y cuando no tiene donaciones, las compra, "eso sí, siempre en tiendas de segunda mano o mercadillos". Ya se sabe: el cambio empieza por ti mismo.

Es por eso que Mandaia, además, sigue otro ritmo. "He sacado dos colecciones, una cada año. La última es del año pasado, porque este he tenido muchos encargos -sobretodo de muñecas, asegura, creación que realiza desde que nacieron sus hijas- y no me ha dado tiempo. Trabajo sola, y tengo dos niñas pequeñas. También por eso, por la falta de tiempo, solo hago prendas de verano. Las de invierno llevan más trabajo. Ojalá también pudiera hacerlas". Igualmente, el hecho de no haber podido estrenar colección este verano no es algo que preocupe mucho a la artesana. "No estoy muy de acuerdo con que se hagan colecciones cada estación. No son necesarias. Se tiran infinidad de quilos de ropa cada año porque hay demasiada producción", sentencia.

Además de su aportación a este cambio al modo de consumo, Mandaia es para su creadora un espacio de libertad y expresión. "Hago prendas porque lo necesito, es mi manera de expresarme. Conectar con la máquina de coser me ayuda a desconectar de lo que me rodea", explica.

La diferencia

Muchas veces, marcar la diferencia se consigue sin tener la más mínima intención de ser diferente. Mandaia nació con otro propósito y, sin embargo, sus piezas sí que marcan la diferencia. Como este vestido.

Podría colar decir que es de este año, pues todas las revistas de moda hablan de una tendencia, entre otras: el vestido con botones. Pues bien, este es de la colección que Gómez sacó el año pasado. Y la tela aún es más antigua: era un vestido que tenía manchas de lejía en la parte del pecho (¡y llevaba hombreras y sus mangas eran transparentes!). Por arriba, un blanco roto, que si no es tendencia de este verano en concreto no pasa nada, porque siempre está de moda. "Era una camisa larga, de hilo. Me la dieron dentro de una bolsa llena de camisas de este estilo. Todas manchadas o con taras", comenta Gómez. La creadora fácilmente ha conseguido darles una segunda vida a estas dos prendas que, unidas, conforman un vestido de medio largo, informal, fresco y con historia. Y vivo, porque alguien como Gómez podría darle aun más vidas.

Como complemento, una bolsa hecha con la tela de una sábana y retales sobrantes de otras prendas. El look habla por sí solo y, sin quererlo, marca la diferencia que muchos querrían.