Hace 62 años, Julio Mariani subió a un microbús en el barrio Flor de Maroñas, en Montevideo, y vio a una joven de la que quedó prendado. Sin pensarlo dos veces, se acercó a la mujer que la acompañaba y le pidió que se la presentara (costumbres de la época); la señora se negó y entonces Julio se dirigió directamente a la chica. Se llamaba Marlene Beauxis y aún no había cumplido los 15 años. "Fue amor a primera vista" asegura Julio mirando a su mujer con una sonrisa.

Al principio no fue fácil, dada la juventud de ella. Quiso invitarle a su Fiesta de los 15 Años, una celebración que marca la transición de niña a mujer de la quinceañera, pero su padre no lo permitió. Medio año después, Julio invitó a Marlene a la boda de su hermano, pero la joven tampoco obtuvo el permiso paterno. Fue poco después cuando Julio decidió ir a conocer al que sería su futuro suegro. "Yo aún no tenía los 16 y él tenía 22. Mi padre quería saber qué intenciones tenía conmigo" ríe Marlene. "Se cayeron bien y un año después nos casamos y tuvimos a nuestro primer hijo".

La boda fue el 7 de junio de 1958 y, desde entonces, han estado juntos y comparten toda una vida de recuerdos, tienen cuatro hijos, ocho nietos, tres bisnietos y un cuarto en camino. "Somos una familia grande y muy unida", dice Marlene. Para ella, ese es precisamente el secreto de un matrimonio sano y duradero: "Una pareja casada tiene que hacer vida junta, si cada uno va por un lado, es imposible que funcione". Su marido Julio asiente, pero no cree que ese sea el único requisito para un buen matrimonio. "No se trata de soportarse y de tener paciencia, hay que sentir cosas y estar a gusto con esa persona".

Y como cualquier matrimonio, Julio y Marlene han tenido lo que llaman sus "sí-no", desacuerdos, pero siempre los han solucionados "juntos". Su momento más difícil fue cuando, en 1991, Julio tuvo un ictus. Trabajaba pintando anuncios en las fachadas de los edificios y un día despertó sin poder mover el lado derecho del cuerpo. Marlene se volcó en él completamente hasta que un día le vio intentando caminar en el balcón. "Me dijo que quería tirarse, que no podía verse así. Le dije que si de verdad quería eso, era mejor subir al último piso y que yo le empujara desde allí, porque si se tiraba de un primero podía quedar aún peor", dice medio en serio medio en broma, pero eso fue suficiente para Julio que, a partir de ese día, hizo todo lo posible por mejorar. Volvió a caminar, aprendió a pintar con la mano izquierda y volvió al trabajo. Ese momento es, para la menor de sus hijos, todo un ejemplo. "Ver a mi madre tan volcada con mi padre, verles superarlo juntos... No hay mejor prueba de amor que esa", asegura Karina.

Un amor renovado

El pasado 7 de junio, Julio y Marlene renovaron sus votos en la parroquia Santa María de Assumpta de Badia Gran. La idea la tuvo ella y fue su hija Karina quien lo organizó todo. Marlene se compró un vestido blanco y una tiara "como una novia de verdad", y la anécdota la protagonizó el monaguillo al corregir al cura que les casó por segunda vez. "Son 50 años de casados" dijo el joven y el Padre volvió a mirar los papeles y negó con la cabeza. "No, lo he dicho bien. Son 60 años. Sesenta" repitió, remarcando todo un logro que pocas veces se vive.

Al finalizar la ceremonia, se reunieron para comer y vieron un vídeo en el que el resto de su familia les felicitaban desde la distancia. El matrimonio lleva en Mallorca desde el 2004 y no se plantean marcharse de una isla que les ha "enamorado". Sin embargo, siguen muy unidos a la familia que tienen en Uruguay.

Tanto es así, que volverán a renovar los votos junto a ellos a finales de año, "en la misma Iglesia en la que me casé hace tanto tiempo" sonríe Marlene con cierta nostalgia: "Aquella boda fue especial, pero esta ha sido mucho más emotiva". Julio asiente con la cabeza: "Aunque ya le he dicho al cura que renuevo por 20 años, porque otros 60...no creo que me aguante".