Sin lugar a dudas, Gran Folies Beach Club es uno de los espacios favoritos para muchos visitantes de la isla que quieren disfrutar del verano en Mallorca, aunque también acuden aquellos isleños que buscan vivirlo con un toque más glamuroso y exclusivo, con unas vistas envidiables, un servicio de nivel y unos platos ricos.

Sus puertas se abrieron en 1964 y por sus instalaciones han pasado personalidades de todo el mundo como el escritor inglés Frederick Forsyth, autor del bestseller El día del Chacal, que en 1981 visitó lo que se considera el primer beach club de la isla ya que nunca se había visto un concepto como éste, es decir, con piscina y acceso al mar, y que no se tratara de un hotel. Incluso había un telesilla -hoy en día desaparecido- que bajaba desde lo alto de las zona hasta este chiringuito. La dirección actual de Gran Folies Beach Club lleva18 años al frente, una empresa encabezada por Sandra Grau, una mujer emprendedora y con las ideas claras que rehuye de todo protagonismo, pero no de su trabajo.

Su oferta incluye varios espacios con tumbonas y camas balinesas que se complementan con servicios más personalizados , y cuyos precios oscilan desde los 15 euros -con los que difrutará de una tumbona con sombrilla durante todo el día- hasta los 250 euros que cuesta una cama balinesa. Con la más económicas no hay posibilidad de reserva previa, es decir, aquel que llega primero, se la queda; mientras que las otras tumbonas (de 20, 35 y 50 euros) y las camas balinesas se pueden reservar por teléfono o a través de la web, e incluyen más confort, bebida y una zona más exclusiva. Al disponer de cualquiera de estos servicios también se permite disfrutar de la piscina de agua salada de Gran Folies, cuya temperatura es menos elevada que el agua del mar, por lo que se garantiza un refrescante chapuzón con vistas.

Por otra parte, y como es lógico en una propuesta como ésta, la cocina es otro de los servicios clave. Desde la temporada pasada está comandada por el cocinero chileno Claudio Vargas, a quien se nota que vuelve a disfrutar cocinando y preparando platos.

La carta es muy variada y abarca propuestas tan dispares y sabrosas como por ejemplo unos tacos pastor, la ensalada healthy, el salmón teriyaki, croquetas de gambas con allioli de yuzu y casi una decena de pizzas variadas, además del plato más solicitado en este restaurante, las paellas, de entre las que me quedo con la negra de sepia, zamburiñas y allioli de lima, una delicia. Cabe destacar la atención del personal, que es excelente, y en el hecho de que no faltan los vinos mallorquines, algo que debería ser indispensable en cualquier restaurante de la isla.