El verano también es un buen momento para poder apreciar los auténticos placeres de la vida, esos instantes que realmente son fugaces pero en los que uno se encuentra a gusto y que parecen eternos. No importa ningún tipo de lujo material para vivir esta sensación ni para palpar esta grata experiencia.

En El Chiringuito de la Costa de la Calma no encontrará ninguna pretensión, ninguna cama balinesa con un cómodo colchón en el que reposar o una colección musical de temas seleccionada por un prestigioso DJ internacional, ni esperen una vajilla hecha por las manos de un paciente artesano.

Aquí, la banda sonora incluye el murmullo de las personas que se encuentran cerca de ti, pero también es el oleaje del mar o la amable sonrisa de su joven equipo de camareros.

Un ambiente donde se junta gente con mucho dinero y con poco dinero, que no parece importarles comer y beber en platos y vasos de plástico -ya que hacerlo en recipientes hechos con materiales que pueden ser cortantes como el vidrio y la cerámica podría suponer un auténtico desastre en una zona en la que casi todo el mundo va descalzo-.

Pamboli y mar

Tampoco busquen en este enclave una carta de sugerencias con carpaccios, pescado fresco o escerificaciones raras, ni tan siquiera las omnipresentes paellas que parecen acosar a todo aquel que en estas fechas consulta la carta de un restaurante ubicado cerca del mar. En El Chiringuito de la Costa de la Calma pedirán una sencilla y refrescante ensalada, un salmorejo preparado allí mismo o puede que al final quieran una pizza; aunque he de reconocer que yo no me decanto un pamboli de pan mallorquín con tomate de ramellet acompañado con queso de Menorca, o con jamón serrano o bien con atún; o incluso unas rebanadas de sobrasada gratinada con azúcar que tendrá que recoger en la barra y pagarlo una vez que esté preparado. Pero todo ello incluye el bello entorno del mar como testigo, las olas plácidas que refrescan las pieles que rinden el culto al sol, el relax soñado tumbado en una de sus tumbonas o el sonoro chapuzón desde las rocas, además, una de las más bellas puestas de sol. Placeres sencillos con los que uno disfruta de la vida.

Un cóctel propio y original

A todo ello, este chiringuito calvianer ofrece un mojito muy particular, el Chirijito, una bebida propia creada a partir de la casualidad, y que se une a su carta de refrescos, cervezsa -también sin gluten-, mojitos (de naranja o de fresa) y otros cócteles como el San Francisco. Sebastián, un divertido camarero, creó el Chirijoto por despiste, ya que cuando preparaba un mojito de fresa cogió por error, y sin darse cuenta, unos tomates de ramellet. Al probarlo, descubrió que la combinación era deliciosa y refrescante.

El Chiringuito de la Costa de la Calma abre cada día (de marzo a noviembre) de las 11 de la mañana hasta entrada la media noche. Alquilar una hamaca todo el día cuesta 5 euros, el mismo precio que una sombrilla. Lo único que espero de mi próxima visita es que separen los residuos y que el Consistorio les ayude en la básica y necesaria misión de reciclar.