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Destinos inciertos

Las otras ruinas de Alcúdia

¿Qué queda de los lugares que guardamos en la memoria?

Es Fogueró Palace, o lo que queda de él, en la actualidad, auténticas ruinas en medio de un pinar.

¿Echó el 6 de agosto de 1989 Julio Iglesias a uno de los músicos del escenario de Es Fogueró Palace? No lo recuerdo. La escena se había vivido unos años antes en el desaparecido estadio Luis Sitjar. Contaban que era un truco para impresionar a los espectadores. El hijo de Papuchi les dejaba boquiabiertos con su sabiduría musical y su nivel de exigencia en los conciertos.

No sé si ese día repitió la triquiñuela en Alcúdia. Julio cantó sus canciones de éxito, emitió sus grititos y exhibió posturas en las dosis justas para encandilar al público femenino y justificar la aversión, impostada o auténtica, de los hombres allí presentes. Esa fue la noche más brillante de "la mejor sala de Europa". Es Fogueró Palace abrió sus puertas unos meses antes, el 13 de mayo. Pepe Casas apostó fuerte por la oferta de ocio en un enclave turístico con 140.000 camas hoteleras y sin espectáculos dignos de tal nombre.

En el nuevo Es Fogueró, el original estaba en s´Aranjassa, todo era grande. Se habían invertido 1.200 millones de pesetas -72 millones de euros-, una barbaridad para la época. Unas 2.000 personas podían sentarse en la sala sin problemas de visión porque la estructura había eliminado todas las columnas. Una cascada de 60 metros con una caída de agua de 18 daba la bienvenida a los clientes. El techo, de 3.600 metros cuadrados, reproducía una bóveda celeste con 200.000 puntos de luz que imitaban las estrellas.

La catarata de datos es tan apabullante como la personalidad de Pepe Casas, el empresario catalán que abrió Es Fogueró de Palma a principios de los años 70 del siglo pasado. Su estilo directo y arrollador le llevó a cosechar éxitos y fracasos. Mientras levantaba en un tiempo récord de ocho meses el edificio de Alcúdia, ya pensaba en el espectáculo del año 2000. Afirmaba que se limitaba a copiar a los romanos, "que de espectáculos sabían mucho".

Hoy Alcúdia tiene dos ruinas: las romanas de Pollentia y las de Es Fogueró. Las segundas se levantan muy cerca de es Murterar, en medio de un pinar. Hay muros semiderruidos. Los carteles han palidecido. No suena la música. No danzan elásticos bailarines vestidos con lentejuelas. Tampoco asoman los glamurosos espectadores que de día vestían chanclas y bañador en la playa y de noche se atrevían con la corbata en Es Fogueró.

Los problemas comenzaron pronto. Un año después de la fastuosa inauguración, la Audiencia Provincial ilegalizó la licencia concedida por el Ayuntamiento. Todo el procedimiento administrativo fue un desastre. Había que derribar porque las obras excedían las alturas y los volúmenes legales. El Supremo, en línea con el tribunal palmesano, anuló en 1992 el interés social del edificio.

Es Fogueró de Alcúdia, una joya en 1989 y una ruina ominosa en 2018, no murió solo víctima de los jueces. Fue un fracaso empresarial. No había turista suficiente para tanto espectáculo. El local fue okupado por indigentes. En 2010, un nuevo episodio agrandó su declinante historia: la aparente muerte accidental de Agustín González al caerse por unas escaleras, se convirtió en crimen tras la autopsia.

Hoy queda por escribir el epílogo de este destino incierto: el derribo de unas ruinas abandonadas en medio de un pinar. ¿Alguien cerrará la historia?

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