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Sol y misterio

La suerte del capitán Garau

Las aguas de Cabrera tienen fama de cobijar a grandes animales marinos. El caso del presunto tiburón blanco de este verano no es el primero

Avistamiento de ballenas en aguas de Cabrera, hace unos años. caib

Tienes el agua a tus pies. Es increíblemente clara. Llena de fosforescencias azules que van desde el celeste casi blanco a un tono marino negruzco, profundo. La luz forma unas estrías temblantes. Se diría que todo es superficie, que no hay nada más abajo. Pero en realidad flotas sobre una lámina fina. Te mueves sobre un pequeño abismo lleno de rocas y seres marinos. Cuando te tiras al agua, te tiñes con ese azul irradiante. Mueves las piernas inconscientemente. Quién sabe si allá abajo algún animal te observa...

Nadar en la Cova Blava es toda una experiencia. Y mucho más este verano. Cuando la "serpiente informativa" ha sido el avistamiento de un supuesto tiburón blanco en aguas de Cabrera. Estas aguas han generado múltiples mitos acerca de grandes peces. Monstruos marinos que viven en los desconocidos fondos de la isla.

A finales de 1912, la pequeña comandancia de Cabrera guardaba un objeto insólito. Un ataúd, que iba de parte de relevo a parte de relevo. ¿Qué hacía aquella caja en la isla?

Todo empezó un día de agosto de aquel mismo año. El gobernador militar de la isla, el capitán de Infantería don Antonio Garau, salió como era su costumbre a pescar. Le acompañaba un pescador apodado ´Gaida´. Iban a recoger los gambins que habían colocado por Cala Ganduf.

El tiempo en Cabrera es tornadizo. Y después de la calma del amanecer, se desató un brusco Gregal. Las olas azotaron una y otra vez la barca, sin posible refugio a la vista. La hicieron zozobrar. El gobernador Garau se agarró a la quilla, intentando quedar a flote. El ´Gaida´, viendo la situación muy apurada, resolvió ganar la costa a nado y pedir auxilio.

Cuando se acercaba a la cala, se volvió. Le sorprendió ver cómo el gobernador se soltaba de la quilla y empezaba también a nadar. Garau daba gritos y movía los brazos. El pescador se detuvo. Y vio horrorizado como dos siluetas grises y resplandecientes surgían de entre las olas. Se echaban sobre el gobernador, y le arrastraban al fondo.

Aterrorizado, el ´Gaida´ ganó la costa en pocos minutos. Le costó salir de las rocas y llegar al puerto de Cabrera. Allí, totalmente descompuesto, dio la alarma a grandes gritos. El barco correo que entonces unía Cabrera con Mallorca, El Ciudad de Palma, salió rápidamente hacia el lugar del siniestro. Seguido por los llaüts Beata y Catalina.

Sorteando la mala mar, llegaron a Cala Ganduf. Allí estaba la barca quilla al aire, a merced de las olas. Algunos enseres flotaban a su alrededor. Pero del capitán Garau, ni rastro.

El suceso corrió como la pólvora. Dos grandes peces, quizás tintoreras, habían atacado al capitán. Incluso el ABC se hizo eco el 8 de agosto de aquel 1912.

Algunos dudaron de la versión del ´Gaida´. De hecho, desde la Capitanía, se envió unos días después un extraño encargo. Un ataúd. Muchos estaban convencidos de que el cuerpo del capitán Garau aparecería flotando un día u otro. Y confiaban en darle cristiana sepultura.

El cofre fúnebre quedó en la comandancia. Pero transcurrieron los días, las semanas, los meses... Y del capitán Garau, ni rastro.

Así hasta el día en que, convencidos de que el cadáver no aparecería nunca, volvieron a embarcar el ataúd en el Ciudad de Palma.

Y la suerte del capitán pasó a formar parte de los misterios de Cabrera.

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