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Con ciencia

Publicando ciencia

Publicando ciencia

Si durante los siglos transcurridos desde que Newton enunció las leyes de la gravitación universal hasta que Darwin nos dio las claves de la evolución por selección natural la ciencia se había propagado a través de los libros, cualquier investigador actual sabe que son los artículos, no las ediciones monográficas, los que cuentan hoy. Hasta tal punto es así que los comités que otorgan en España las acreditaciones de excelencia investigadora —los llamados "sexenios"— apenas toman en cuenta los libros que se aportan como pruebas de la investigación realizada. Hay que presentar artículos y, a poder ser, aparecidos en las revistas con mayor índice de impacto, es decir, las más citadas. Si uno envía cinco artículos del primer cuartil (el 25% de revistas de impacto más alto en un determinado campo de investigación), tiene el sexenio garantizado.

Pero los tiempos cambian de forma acelerada. El objetivo de los editores de las revistas científicas es el de lograr un gran impacto y, como para que un artículo se cite debe ser leído antes, la estrategia de las últimas décadas ha llevado a sustituir las revistas tradicionales, publicadas en papel y sujetas a suscripción, por ejemplares digitales con acceso gratuito por internet —los open-access journals, como se conocen en inglés. Parece que una investigación ampliamente difundida y gratuita es la panacea para poder distinguir la buena de la mala ciencia pero, ¡ay!, el mecanismo esconde una trampa. Para garantizar que se cubren los costes —y los beneficios— de las revistas de acceso libre lo que hacen éstas es cobrar a los autores que aspiran a ver sus manuscritos publicados. El precio de publicar se convierte, así, en un factor de distorsión porque sólo quienes cuentan con fondos importantes —sacar un artículo en un open-access journal cuesta con frecuencia más de mil dólares— pueden aspirar a que sus investigaciones sean publicadas. El rechazo hacia las fórmulas tradicionales de divulgación científica ha llevado a que la revista Science —la segunda con mayor impacto entre las generalistas— se haya hecho eco del boicot reciente por parte de miles de autores de primera línea especialistas en Inteligencia Artificial hacia la nueva publicación Nature Machine Intelligence.

Al margen de detalles chismosos, como el hecho de que Nature sea la mayor competidora de Science, lo que se está revelando es el nacimiento de una nueva cultura que llega de la mano, una vez más, de la red de redes. La ciencia no puede ser ajena a ese mundo que apareció en buena parte para facilitar la comunicación entre los investigadores. Pero si el declive en la venta de libros ha llevado a la ruina a no pocas editoriales que antes vivían de sacar libros científicos, ¿dónde nos conduce el deseo de una ciencia gratis total por lo que hace a los artículos? Lo dijo mejor que nadie el gran Josep Pla: "Oiga, ¿y esto quién lo paga?"

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