Qué bonito, qué feo, qué raro, qué grande. Son los calificativos que persiguen al megayate Sailing Yatch A, el velero hecho a la medida de la fortuna del Sailing Yatch Amillonario ruso Andrey Melnichenko, que ayer tarde, pasadas las cinco, fondeó junto al dique de Puerto Portals, ante el asombro de cientos de ciudadanos.

En ese momento, algunas partidas de tenis en el Sporting Club se interrumpieron por unos instantes, los paseantes que caminaban mirando al mar se detuvieron y cientos de móviles enfocaron los 143 metros de eslora plateada del velero de los 400 millones de euros que Philippe Starck diseñó en 2017 para una de las mayores fortunas del mundo. Frente a la altura de su casco de ocho cubiertas, la escollera y el faro de Puerto Portals parecían construcciones liliputienses.

En su segunda estancia en Mallorca, el Sailing Yatch A del magnate ruso llegó de madrugada procedente del puerto de Cartagena, fondeó tras el dique de Portals y pasadas las dos de la tarde levó anclas para zarpar e iniciar una lenta navegación costera hasta Cala Figuera, para regresar de nuevo a Puerto Portals pasadas las cinco de la tarde.

El llamativo barco, el octavo megayate más grande del mundo, es un buque monocasco construido en acero con refuerzos de fibra de carbono y tres mástiles ligeramente curvos que superan los 90 metros de altura, encargados de soportar una superficie vélica de 3.700 metros cuadrados, aunque todavía nadie lo ha visto navegar a vela.

Cuenta con un helipuerto, tres piscinas, cristales tintados, inhibidores de radar, sensores de movimiento y más de cuarenta cámaras de seguridad, pues tanto para acceder al buque como para moverse por él se utiliza un sistema de reconocimiento de huellas digitales al que solo tienen acceso sus 37 tripulantes, entre ellos diez cocineros.

El capricho del millonario ruso tiene un mantenimiento mínimo de 20 millones de euros al año. Y con su nombre, A, quiso homenajear a su esposa Aleksandra, una modelo croata de mucho renombre en los Balcanes.

Con un capital de 9 billones de dólares, el oligarga Andrey Melnichenko ha hecho fortuna con la produción de fertilizantes, carbón, generación de energía y exportación de tuberías.

En los años 90, según contó Pedro Sardina en ABC, ya le gustaba dejarse ver por Mallorca al volante de un Maserati último modelo, con el que llegaba por las noches a la discoteca del Club de Mar siempre muy bien acompañado.

Sin embargo, no se aficionó a la náutica hasta mediados de la pasada década, cuando apareció en Valencia con un Transpac 52 patrocinado por Gazpron y descubrió que, además de Roman Abramovich, los magnates americanos que se dejaban ver por la Copa América también se dejaban ver en megayates de última generación.

Un genio de los negocios que ama Mallorca

Licenciado en Física por la Universidad de Moscú, Andrey Melnichenko, nacido el 8 de marzo de 1972 en Gomel, Bielorrusia, es lo que los estadounidenses llaman un hombre hecho a sí mismo.

Comenzó vendiendo ordenadores con algunos compañeros de colegio y creando una cadena de cabinas de cambio de monedas. En 1993, se convirtió en uno de los fundadores del banco moscovita MDM, que en menos de diez años se transformó en una de las mayores entidades privadas de Rusia, llegando a manejar las cuentas de los oligarcas del petróleo y de su paisano Roman Abramovich.

A partir de 1997 y, tras un proceso de compra de acciones de sus socios, se convirtió en el único dueño de la entidad. En 1998 se unió al millonario de los metales Sergei Popov y dos años después empezó a construir su imperio industrial, sustentado en tres empresas: Eurochem, SUEK (especializada en carbón y energía) y TMK. La primera, Eurochem, es el mayor productor ruso de fertilizantes y TMK es el mayor exportador y fabricante de tubos de acero, ligado al sector petrolífero. En 2007 y con su amigo y socio Sergei Popov adquirió el cincuenta por ciento de Gazprom.

Sus barcos son sus dos mayores caprichos. Pero también se cuenta que en su boda, en 2005, llegó a pagar cuatro millones de dólares a Christina Aguilera para que cantara durante la celebración o que desembolsó más de dos millones para disfrutar de un concierto privado de Jennifer López y Marc Anthony.