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Arte

En peligro de extinción

En peligro de extinción

Por suerte en la vida, no hay nada ni del todo bueno ni del todo malo. Valores positivos como el progreso y la modernidad van asociados, en muchos casos, a una globalización que provoca una suerte de homogeneización que lleva a comer el mismo tipo de comida, ver las mismas series, llevar el mismo móvil y lucir el mismo corte de pelo a personas de ciudades tan alejadas del mapa como Nueva Delhi o Cincinnati. Con los museos pasa lo mismo. En los últimos años se ha venido produciendo una especie de macdonalización por la cual muchas de las exposiciones actuales parecen cortadas por el mismo patrón: minimalismo de obras y textos, vinilos, algún color de pared diferenciado, y por supuesto, imprescindible, una vídeo proyección (da igual de lo que sea, lo importante es que dé el pego). Más que de museos en serie, es más justo hablar de modas expositivas, y la de ahora no es más que otra igual de respetable (y criticable) que las anteriores. Pero, ¿qué queda de personal en los museos y sobre todo, en aquellos que son fruto del coleccionismo individual?

Afortunadamente aún es posible encontrar sitios expositivos auténticos, alejados de toda novedad curatorial y curtidos por la más arrebatadora individualidad que les concede la personalidad inconfundible de su fundador. Museos que posiblemente no pasarían los estándares actuales de buenas prácticas museográficas pero que son poseedores de un encanto peculiar.

En Costitx hay uno de estos lugares. Ubicado en la Casa de Cultura del pueblo, este bello enclave del centro de Mallorca cuenta con una sorprendente colección de Ciencias Naturales. Más de 450 especies de animales han sido reunidas por el taxidermista Francisco Ruiz Bort quien ha cedido al ayuntamiento su vasta colección particular: insectos, peces, anfibios, reptiles, pájaros, mamíferos, setas y registros fósiles, todos ellos expuestos como en los antiguos museos en los que se intentaba recrear en vitrinas el hábitat de los animales disecados. Pero este lugar no solo cuenta la historia de la fauna íbero-balear; este museo cuenta la historia de una pasión, de una vida de dedicación, del coleccionismo y de una manera personal de entender el amor por la naturaleza, aunque ésta pueda no ser del gusto de todo el mundo.

En cualquier caso, lo que no se puede negar es el cariño con el que esta fascinante colección ha ido creciendo y que ahora es posible visitar en un museo lleno del carisma y del encanto inevitablemente perecedero que poseen los lugares en peligro de extinción.

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