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Bipedia

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A cualquiera que se le pregunte qué es lo que distingue a los humanos de los demás primates, o incluso de cualquier otro animal, tenderá a responder que es el lenguaje, o quizá la cultura y la tecnología, o, de tratarse de alguien con formación en anatomía comparada, puede que diga que nuestro cerebro enorme. Es difícil que caigamos en que el único rasgo que nos separa a todos los miembros del linaje humano de nuestros parientes más cercanos, los simios, consiste en la manera de caminar. Pero así es.

La trampa que nos lleva a malinterpretar nuestras características por excelencia descansa en lo que cabe considerar como "humano". Entran en ese apartado todos los miembros actuales de la especie Homo sapiens y sus ancestros, tanto directos como colaterales, que no lo son de ningún otro simio —chimpancés y gorilas, para entendernos; los orangutanes nos quedan ya muy lejos. Pues bien, los grandes cerebros, el lenguaje y no digamos ya nada de la piel blanca de los occidentales, son rasgos que aparecieron muy tarde. Tras producirse la emergencia de las ramas evolutivas de los chimpancés y los humanos por separado, esta segunda tuvo en la marcha bípeda la única característica compartida por todos los miembros de nuestro linaje.

Siendo así, la manera como se produjo el salto evolutivo hacia la bipedia pasa a ser una cuestión de primer orden para entender la adaptación humana. En ese apartado entra un artículo publicado por Elaine E. Kozman —investigadora del New York Consortium in Evolutionary Primatology— y sus colaboradores en los Proceedings of the National Academy of Sciences, USA aborda la relación que existe entre la marcha bípeda y la anatomía del aparato locomotor poniendo el foco en la cinemática de la cadera —en su capacidad de extensión, en concreto— respecto de las capacidades de trepa a los árboles y la marcha en el suelo.

Para Kozman y colaboradores, la clave está en la forma de la pelvis y en especial la del hueso isquion, el situado en la parte inferior de la cadera, junto al pubis. Si es el ilion, el hueso de la parte más alta de la cadera, el que parece transformarse en mayor medida cuando comparamos el aparato locomotor de un simio y un humano, la importancia del isquion estriba en que en él se insertan los músculos isquio-tibiales. Son éstos, al extenderse, los que limitan el rango de los movimientos necesarios para la trepa arbórea y la bipedia.

Como dicen los autores, la pelvis cuenta con una gran capacidad de extensión instantánea en los simios que facilita la trepa, limitada, no obstante, por el rango de movimientos posibles; un límite que les obliga a la marcha en cuclillas. Con los humanos sucede lo contrario. Pero nuestros antepasados más remotos, los ardipitecinos, con sus caderas de forma intermedia, tuvieron a su disposición lo mejor de ambos mundos: bipedia con amplias condiciones para la trepa. La marcha bípeda actual tuvo que esperar.

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