María Martí y Feliciano Navarro son una pareja de ancianos de Carlet que lleva 17 días sin luz en su casa. Saben qué ha pasado, pero no entienden por qué. La historia comenzó con la visita de unos presuntos técnicos de Iberdrola para revisar el contador por una supuesta anomalía y terminó el 21 de marzo con un corte del que no fueron ni siquiera avisados. Tras varias llamadas y cientos de minutos compartidos con el tono de espera de la compañía, han podido averiguar que han sido acusados de un fraude.

De hecho, ayer a mediodía les llegó una carta en la que se indica que tienen que abonar un importe de 550 euros tras haber consumido más de 3.000 kWh entre el 2 de mayo de 2016 y el 2 de mayo de 2017. «Esto no se lo deseo a nadie. Parece que hemos vuelto a los tiempos de la Guerra Civil. Reclamamos todos los días una explicación que nunca llega. Las facturas están todas pagadas mes a mes, y recientemente, se nos ha renovado el bono social. No comprendemos cómo se ha podido llegar a esta situación. Es vergonzoso», explicaron María Martí y Javier Navarro, uno de sus hijos.

Sus vecinos han sustituido el tradicional «¡Buenos días!» por el «¿Ya tenéis luz?», y es que María, de 89 años y con diabetes, y Feliciano, de 92 años y con problemas de movilidad, han visto cómo en un abrir y cerrar de ojos su vida se ha vuelto gélida, desoladora y difícil. La impotencia y la indignación les inunda. No es para menos. El salón se ilumina gracias a una franja amarillenta que entra por la puerta, pero una vez se esconde el sol, no tienen más remedio que recurrir a las pilas. Es lo único que les permite ver cuando anochece. Caminan a tientas por los pasillos de su vivienda y a las 21:30 horas se marchan resignados a dormir porque no pueden ver la televisión. «Pusimos una denuncia en la Guardia Civil y en la Oficina del Consumidor y ahora está todo en manos de un abogado. No sabemos ni qué pensar. Por lo menos, ahora el día alarga más», afirma Martí.

Llamada de espera

Viven sin luz como si fuera una topera. Pasan las semanas con los electrodomésticos en silencio y solo sienten un voltaje interno de tristeza y frío. La solidaridad y el apoyo de los más cercanos a ellos está siendo clave para poder superar este bache. Sus hijos les traen la comida y su vecino se ha prestado a echar un alargador desde su domicilio hasta la casa de los dos mayores para que puedan vivir con lo mínimo. Hay cuatro enchufes disponibles y solo gastan dos, uno para la nevera y otro para el foco que ilumina el baño. «Aquí llevamos sesenta años y nunca nos había ocurrido nada. Estamos frustrados. Por la mañana salimos a la calle y por la tarde, aprovechamos que tenemos un pequeño corral», declara Martí. «Se han aprovechado de que son gente anciana para engañarlos. Ver a tus padres así da mucha rabia. No se puede permitir», aseguró Navarro.

Superados por lo vivido, la familia se presentó en las oficinas locales de la compañía eléctrica para pedir explicaciones, pero no obtuvieron ninguna respuesta. Como tampoco lo lograron a través del teléfono. «Nos han pasado con una decena de agentes. Nos informaron de que nos teníamos

que dirigir al Departamento de Inspección, pero su horario es tan reducido que no ha habido manera de hacerse con ellos. Lo único que conseguimos fue un número de expediente, aunque tampoco nos ha servido para mucho».

Por el momento, han decidido hacer frente a la multa que les impone Iberdrola. No obstante, reclamarán todos los daños y perjuicios causados por haberles dejado sin luz un total de 17 días. «Pagaremos el dinero que reclama la hidroeléctrica para que mis padres puedan recuperar la normalidad, pero nosotros vamos a pelear por la justicia. No puede ser que corten los cables de cuajo sin que llegue ningún tipo de aviso. Esto no es normal y no lo decimos nosotros, sino nuestro abogado. Hemos hecho una reclamación por escrito. Es lo último que nos queda», sentenció Javier Navarro.