En todo el abanico de posibilidades que las tiendas de disfraces ofrecen, es bien notable la cosificación de la mujer. Si nos damos un paseo por cualquiera de estos comercios vemos que la mayoría ofrecen las dos versiones del mismo atuendo. Así, tenemos a nuestra disposición el personaje masculino de gángster, que no es más que un traje holgado y que ridiculiza a quien lo viste; pero también tenemos la versión femenina, un traje de chaqueta y mini-mini falda de rayas. Lo mismo ocurre con el disfraz de payaso, compuesto, sorprendentemente, por un pequeño traje que empieza y termina prácticamente a la misma altura del cuerpo. Pero sucede lo mismo con la indumentaria para ser un arlequín, un esqueleto, una beerwoman o un cura/monja.