El compromiso de grandes cadenas por dejar de vender huevos de gallinas enjauladas a corto y mediano plazo, implica una apuesta por el bienestar de estas aves, pero también es un incentivo para que este tipo de granjas reconviertan sus instalaciones; a la vez que contribuye a que nuevos ganaderos apuesten desde el principio y de forma decidida por unos animales aparentemente más felices y con unas condiciones más confortables.

En sa Cabaneta, en el municipio de Marratixí, se encuentra una de las pocas granjas ponedoras ecológicas en Mallorca. Unas 1.200 gallinas que se mueven sin barreras por los 12.000 metros cuadrados que la finca Can Goi ha puesto a su disposición desde el pasado mes de agosto.

"En nuestro caso, el terreno que por legislación está estipulado para que campen a sus anchas al aire libre es de cuatro metros cuadrados por animal, pero como ves, les sobra el espacio", precisa Rubén Chireli. Él y Albert Bisquerra son los impulsores de este negocio, que ha padecido la lentitud burocrática de la Administración.

Desde el primer momento tuvieron claro que la granja que querían crear tenía que ser ecológica, con gallinas en libertad: "Es un mercado sin explotar en Mallorca ya que mayoritariamente todos los huevos de este tipo proceden de fuera de la isla", explica Albert.

Cada mediodía, recogen los huevos, que se clasifican según la fecha de puesta y el tamaño, y dos veces por semana los distribuyen entre sus clientes. Ahora bien, entre estos no se encuentran las grandes superficies que anuncian que dejan de vender huevos de gallinas enjauladas, sino pequeñas carnicerías, tiendas y mercados ecológicos como el de Palma y Santa Maria del Camí.

La vida de las gallinas

El espacio donde viven estos animales se divide en dos: la zona exterior, donde abundan cobertizos de cañizo y árboles recién plantados como higueras y olivos; y la zona interior, una nave donde las aves ponen los huevos, beben agua y se alimentan. Una infraestructura que se complementa con la zona de almacenaje de grano, la sala de clasificación y envasado de huevos, además del departamento de herramientas y material.

Las gallinas son de la raza Lohmann Brown, "hemos apostado por ellas porque tienen fama de ser muy buenas ponedoras y resistentes", apuntan.

Se alimentan de grano certificado como ecológico, una mezcla principalmente compuesta por cebada, trigo, maíz y turtó de soja.

Los animales que viven en Can Goi tan solo sienten la amenaza del milano (ave rapaz protegida) que vuela por los alrededores. "Al principio nos enfadábamos mucho cuando nos mataba una gallina -remarca Rubén-. Ahora lo tenemos asumido, pero es una lástima porque no existe ninguna subvención o ayuda cuando perdemos un animal".

En la entrada de la granja, aguardan tranquilas y separadas en una jaula las que se encunetran enfermas. Explican que las dejan aparte, en cuarentena, con agua y comida, sin darles ningún tipo de medicamento, ya que como granja ecológica lo tienen prohibido.