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Con Ciencia

A la carrera

A la carrera

No recuerdo en qué comic (tebeos, se llamaban en mi niñez) leí que un personaje le decía a otro que se había logrado criar gatos más rápidos y le preguntaba si sabía qué significaba eso. "No estoy seguro", contestaba su interlocutor. "¿Ratones más veloces?"

Lejos de ser un chiste, el diálogo refleja muy bien la presión evolutiva existente en la pareja predador-presa, en particular en las grandes sabanas abiertas que aparecieron en África tras el declive de los bosques tropicales hace cosa de tres millones de años. Alan M. Wilson, investigador del Laboratorio de Estructura y Movimiento en el Royal Veterinary College de la Universidad de Londres (Reino Unido), ha publicado como primer firmante de un equipo con colaboradores que son, en su mayoría, del mismo organismo, un estudio comparativo en la revista Nature sobre las características locomotrices de dos parejas de la sabana africana enlazadas por su condición de presa-predador: impala frente a guepardo, por una parte, y cebra frente a león, por la otra.

Las aptitudes para la carrera de esos grupos de animales muestran a las claras la importancia de la lucha por la supervivencia en la evolución de sus características. Guepardos e impalas son mucho más atléticos que leones y cebras, y eso sucede no en promedio sino en todos los casos conocidos. Pero a su vez hay diferencias dentro de cada pareja particular de presa-predador.

El estudio de Wilson y colaboradores indica que la dinámica evolutiva fijada por las actividades de caza ha llevado a que el predador tenga, comparado con la presa y ahora sí en promedio, un 20% más de masa muscular, un 37% de aceleración superior y hasta un 72% de capacidad extra de deceleración. Este último dato es muy interesante: expresa la necesidad absoluta del predador de poder seguir a su presa cuando ésta recurre a la estratagema de hacer un giro inesperado en su carrera.

Pero quizá lo más interesante para nosotros sea lo que sucedió con la locomoción humana. Siendo bípedos desde hace siete millones de años —es ésa la principal diferencia con los demás simios—, nuestros pies mantuvieron una notable capacidad anatómica para la trepa a los árboles hasta que nuestros ancestros se adaptaron a la vida en la sabana. En esa época tuvo lugar la evolución del aparato locomotor humano para volverse idéntico al que tenemos ahora. Pues bien; ¿cuál fue nuestro papel en la pareja presa-predador? Dicho de otro modo, ¿en qué medida evolucionó la masa muscular y la capacidad de acelerar y decelerar? Y sobre todo ¿en comparación con quién? ¿Éramos entonces presas o predadores? Todas esas preguntas apuntan a la excepcionalidad humana. La adaptación a la sabana incluyó la fabricación de útiles de piedra y, al poco, el control del fuego. La cultura nos hizo cruzar la frontera pasando, de ser presas, a volvernos predadores.

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