“Está siendo un día muy especial, único en la vida”, confesó ayer a este diario desde Estocolmo la investigadora menorquina Alicia Sintes, miembro del equipo del Grupo de Relatividad y Gravitación de la Universitat de les Illes Balears, los únicos investigadores españoles que han participado desde el principio en el proyecto LIGO para la detección de las ondas gravitacionales, uno de los mayores descubrimientos de los últimos años que les ha valido el Nobel de Física.

La doctora Sintes vivió con “gran emoción” la entrega de estos galardones, en el transcurso de un acto presidido por los reyes Carlos Gustavo y Silvia de Suecia, y en el que también se concedieron los Nobel de Química, Medicina, Literatura y Economía. Una ceremonia que siguió desde un hotel próximo a la Sala de conciertos del ayuntamiento de Estocolmo, junto a todo el grupo del proyecto LIGO.

El gran momento de la jornada llegó con la entrega del Nobel de Física a los estadounidenses Rainer Weiss, Barry Barish y Kip Thorne, por un descubrimiento, el de las ondas gravitacionales, que abren “posibilidades inesperadas” de explorar partes invisibles del Universo, donde, como decía el astrónomo Carl Sagan, “algo increíble espera a ser conocido”.

Otro momento muy especial para Sintes tuvo lugar hace tres días, en la conferencia de los Nobel, cuando Rainer Weiss “reconoció públicamente todo el trabajo del grupo del proyecto LIGO. Fue muy emocionante, nos hizo levantar durante su conferencia y todo el público presente nos aplaudió como si fuéramos estrellas”.

Palabras para los rohinyás

Los Derechos Humanos fundamentales “están siendo ignorados” en el mundo, “siendo un ejemplo terrible el trato de los rohinyás en Birmania”, aseguró durante la ceremonia de entrega de los Nobel el presidente de esa fundación, Carl-Hendrik Heldin. En un discurso inusualmente directo, al hacer referencia a un caso concreto, aunque dentro de la sutileza que caracteriza estos premios, Heldin se refirió a la situación de esa minoría musulmana en Birmania.

Los once hombres laureados recogieron de manos del monarca la medalla, el diploma y el certificado monetario de nueve millones de coronas suecas (943.784 euros), que les acredita como nuevos nobel, tras lo que hicieron una reverencia al rey, a los miembros de la Academia Sueca y al público.

Antes los logros de todos ellos fueron glosados. Como los del Nobel de Literatura Kazuo Ishiguro, quien con sus relatos “ayuda a los seres humanos a vernos a nosotros mismos, sumergidos como estamos en una violenta historia sin final”, dijo la secretaria permanente de la Academia Sueca, Sara Danius.

En ciencia, “las revoluciones son de naturaleza internacional y llegan a través de la colaboración”, como hicieron el suizo Jacques Dubochet, el germano-estadounidense Joachim Frank y el británico Richard Henderson para desarrollar la criomicroscopía electrónica, que les valió el Nobel de Química.

Los nobel de Medicina de este año son los estadounidenses Jeffrey Hall, Michael Rosbash y Michael Young, cuyos descubrimientos sobre los mecanismos que controlan los ritmos circadianos de los seres vivos “tienen importantes implicaciones para la salud humana”.

Mientras que los trabajos del estadounidense Richard Thaler, galardonado en Economía por sus contribuciones a la economía del comportamiento, “han tenido un significativo impacto en el mundo real de la formulación de políticas y no menos en el campo del diseño de programas de pensiones”.

Con la entrega de este premio se cerró una gala que siguió a la celebrada horas antes en Oslo, donde se entregó el Nobel de la Paz a la Campaña Internacional para la Abolición de Armas Nucleares. Esta organización estuvo representada por su directora ejecutiva, Beatrice Fihn, y la activista y superviviente de la bomba atómica lanzada sobre Hiroshima Setsuko Thurlow, que con su intervención, un duro relato sobre sus recuerdos, provocó no pocas lágrimas entre el público.