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Con ciencia

Manipulación cerebral

Manipulación cerebral

La Defense Advanced Research Projects Agency (DARPA) es una agencia del ministerio de Defensa de los Estados Unidos (el Pentágono, para entendernos) cuyo propósito es el de desarrollar nuevas tecnologías propias hasta ahora de la ciencia ficción. Se trata de poder construir e implantar exoesqueletos capaces de devolver e incluso multiplicar las capacidades naturales de las personas que hayan sufrido algún trauma. Y, cuestión aún más sorprendente, entre los objetivos de DARPA se incluye el realizar implantes cerebrales que puedan controlar y revertir ciertos trastornos mentales. De esos proyectos científicos de DARPA, cuyos usos militares no se le escapan a nadie, se ocupa un artículo publicado en la revista Nature por Sara Reardon, autora especializada en la investigación biomédica.

Como señala el artículo de Reardon, los científicos que están llevando a cabo experimentos financiados por DARPA han logrado, mediante el implante de electrodos en el cerebro, obtener información detallada acerca de los procesos dinámicos que tienen lugar en los pacientes epilépticos. Nada nuevo, por otra parte; ya se había procedido con anterioridad incluso a insertar sobre la corteza cerebral mallas eléctricas con el propósito de evitar las crisis que provoca esa enfermedad. Pero los proyectos de DARPA incluyen además el realizar una especie de mapa cerebral acerca de cómo son los correlatos dinámicos de los procesos emotivos. Y los científicos entrevistados por Reardon reconocen que, aunque sean incapaces de entrar (de momento) en lo que cabría llamar la mente de sus pacientes, disponen ya de algoritmos útiles para poder identificar los patrones generales de la actividad cerebral relacionada con las alteraciones anímicas. Ni que decir tiene que el paso siguiente consiste en inducir cambios en tales estados de ánimo; algo parecido a provocar una determinada emoción. Aun en estado experimental, los equipos financiados por DARPA han logrado ya localizar los procesos que se dan en la actividad cerebral cuando, a causa del cansancio, la distracción o el olvido, los sujetos de sus pruebas comienzan a fallar en una determinada tarea. Y, lo que es aún más sorprendente, mediante la estimulación cerebral han conseguido en ocasiones revertir esas carencias.

Los retos éticos que plantean esas investigaciones financiadas por DARPA son gigantescos. Tan grandes como las alarmas ciudadanas que a buen seguro que se dispararán en cuanto exista una conciencia extendida del alcance que tienen, ya en estos momentos, las tecnologías de estimulación cerebral. No se trata sólo del derecho a la intimidad, que también, sino de la posibilidad de que bajo la cobertura de unas mejoras en la salud mental de los pacientes afectados se nos cuelen programas de manipulación de los estados de ánimo, las emociones e incluso los pensamientos (con la ideología como diana futura). Sea como sea, Robocop ya ha llegado.

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