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Con Ciencia

Especies invasoras

Especies invasoras

No recuerdo cuándo se comenzó a hablar de especies invasoras. Existir, existen desde que los seres humanos comenzaron su aventura de colonización de otras tierras, es decir, incluso antes de que apareciese el Homo sapiens. Los humanos somos viajeros por naturaleza, unos viajeros que acarrean un nutrido equipaje. Las plantas y las semillas forman parte de él; también aquellas otras especies vegetales que llegan de nuestra mano pero no por nuestra voluntad. Cualquiera que haya estado en las Islas Galápagos conoce la obsesión por evitar más invasiones de la mano de los viajeros, tras aquellas que los colonizadores produjeron. Se diría que es un empeño destinado al fracaso.

Cabe imaginar que fue la ciencia de la ecología —estamos hablando pues, de bien entrado el siglo XX— la que se planteó el estudio de las consecuencias que tiene el alterar cualquier ecosistema, y en particular si esas alteraciones se producen por culpa de la intervención humana. Con el desarrollo del turismo de masas y el auge de la globalización, las especies invasoras se han vuelto un problema universal. Su estudio, también. Un artículo sobre la invasión que llevan a cabo las especies de plantas gracias a la acción humana —estamos hablando del Antropoceno, pues—publicado en la revista Science por Christof Kueffer, investigador del Institute of Integrative Biology de Zurich (Confederación Helvética), apunta que cada año aparecen más de mil trabajos sobre las especies invasivas. Pero muy pocos de ellos, apenas un 10%, toman en cuenta los aspectos sociales de dichas invasiones y aún menos, entre ellos, se interesan por la dinámica del fenómeno invasivo.

Algo en verdad extraño si tenemos en cuenta las enormes consecuencias de la aparición de una planta extraña en un entorno no preparado para su presencia. En Mallorca cabe recordar lo que fue la introducción involuntaria en nuestras costas de la Caulerpa taxifolia —posiblemente por culpa, vaya paradoja, del Museo Oceanográfico de Mónaco— y las alarmas que generó esa invasión. Kueffer menciona en su trabajo las tres fases que se dan en el proceso invasivo: el transporte inicial a una zona nueva por parte de los humanos, la extensión y, por fin, la integración en el ecosistema pasando a formar parte de él. Así ha sucedido en los casos fortuitos como el de la llamada alga asesina pero también cuando la introducción es objeto de una cierta planificación, como sucedió con los eucaliptus gallegos.

No obstante, las consecuencias de la invasión pueden ser muy diferentes de acuerdo con detalles que escapan a la voluntad humana. Pese al empeño que parece mantener nuestra especie en alterar los paisajes, la naturaleza tiene la última palabra y, en ocasiones, tampoco es por necesidad un grito de alarma. Al fin y al cabo, los olivos de la Serra de Tramuntana fueron en su origen una especie invasora.

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