Personajes terroríficos, todos aquellos que se cuelan en las peores pesadillas y en las películas que conforman nuestro imaginario del miedo, tomaron anoche las calles y los locales nocturnos de la isla. Catarsis colectiva.

Al caer la tarde, el epicentro del terror se ubica en una de las fiestas callejeras de Halloween que goza de más predicamento en los últimos tiempos: la que promueve el Club d'Esplai i Joves de Son Oliva. Pasadas las 19.30 horas, el ambiente en la calle José María Usandizaga es gótico: monjas malévolas, payasos diabólicos, vampiros, enfermeras sanguinarias, seres deformes, zombies... Se disfrazan por igual padres y madres. Un grupo de mujeres, provenientes del barrio de La Soledad, pasa su primer Halloween en este distrito que celebra por todo lo alto el terror y la noche de los muertos. Van de catrinas, un personaje del folclore mexicano que recrea con un llamativo maquillaje la estructura de una calavera. Junto a ellas, Paula, de 12 años, ha preferido meterse en el papel de Freddy Krueger. "No he visto la película entera, pero me da mucho miedo. Halloween me gusta porque me encantan los sustos", confiesa. Pero no todos los niños disfrutaron ayer con el pasacalles y los personajes que asustaron a los asistentes a la fiesta. A algunos pequeños les corrieron las lágrimas por las mejillas y sus padres tuvieron que poner pies en polvorosa antes de lo previsto.

Lo cierto es que el nivel de los disfraces es cada año más elevado. Hay algunos que casi modelan con sus manos defectos faciales, tal y como hacen los departamentos de maquillaje y caracterización de las películas. Es el caso de los pequeños Patricia (diez años) y David (siete), hermanos, enfundados en trajes de zombie. Ella lleva incrustada una lata de cola en su cara y la nariz de él está atravesada por un afilado lápiz. Los padres, Yolanda y Rafa, son los artífices de tal obra de arte. "Hemos utilizado látex, algodón y maquillaje", explican. A Patricia le encanta la magia del disfraz, pero también tiene mentalidad práctica y asegura que le gusta esta fiesta "porque al día siguiente no hay cole".

Junto a una pared decorada cual photocall de famoseo, está la salida del túnel del terror, creado por el Club de Joves de Son Oliva con apoyo de los vecinos. "Este año está un poco ambientado en la película Saw y también It", explica Iraida Pol. "Llevamos desde finales de agosto organizando todo esto", apostilla.

Los tambores y percusiones empiezan a retumbar. Son las 20 horas. Se acerca el verdadero terror. Una batucada escalofriante da el sus al pasacalles. Nadie tiene claro de dónde pueden venir los sustos. Tensión. El primero en aparecer es el payaso diabólico de It, que se acerca a los más pequeños para provocar reacciones. Va marcando el paso una monja poseída, con el crucifijo colgando de su cuello y con el cielo en sus ojos. Tranquilos, son lentillas. Le siguen el asesino de Matanza en Texas o un zombie que escupe sangre a la audiencia y enciende una bengala rojiza. En Son Oliva han hecho un buen repaso al Hollywood más terrorífico, con perdón de Harvey Weinstein. Los más mayores del Club d'Esplai han tuneado un carrito con dulces para venderlos con el fin de recaudar fondos para un viaje a Port Aventura. Los bares rebosan vida.

Para acabar de tomarle el pulso a la ciudad (con bastante tráfico y muchos grupos de jóvenes disfrazados por las calles), es indispensable ir a una de las fiestas de Halloween clásicas y veteranas de Palma: la del Hostal Corona, en El Terreno. El propietario, Tòfol, lleva 27 años celebrándola. "En la primera éramos 14 personas", evoca.

Ahora pasan por el coqueto establecimiento cientos de ellas. "La primera que organizamos la hicieron los marineros anglosajones que desembarcaron en la ciudad", explica, con dos bandejas de comida en la mano. En la celebración con sus dos hijas está el vecino y músico Jaime García Soriano, quien explica que en el barrio se practica con los niños la tradición del ¿Truco o trato?.

"Recogen los caramelos en unas pequeñas calabazas. Nosotros lo hemos hecho en nuestra propia finca y en un trozo de nuestra calle", relata.

La catarsis se alargó anoche hasta las tantas con fiestas muy diversas: conciertos en el Lisboa y en el Gran Maraca, el espectáculo Vampirika en Son Amar, más música en Es Gremi y Factoria del So o disfraces improvisados en Trampa.