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La calma del rey en medio de la tempestad

Un Jefe de Estado no tiene agenda privada, y menos la semana en que la parte más significativa del país ha anunciado su separación. Por tanto, la presencia de Felipe VI en la boda palmesana de su ahijada Martina Jáudenes lanza un mensaje. Dada la conexión náutica entre los participantes en el enlace, el Rey ha elegido la calma en medio de la tempestad. Responde al vértigo de la crisis con la normalidad. Declara que no se ha contagiado del tremendismo apocalíptico instalado ahora mismo en Madrid.

La visita relámpago de ayer demuestra que el Rey todavía considera a Mallorca como la isla de la calma que predica, la patria chica adonde puede desplazarse sin anunciarse. Este juicio no lo comparte con Letizia Ortiz, significativa ausencia en la restauración de los felices veraneos regios de los noventa que tuvo lugar ayer en Palma.

Rodrigo Rato, también invitado, era en aquella década un regular de Santa Ponça junto a su hermana. Hoy aguarda la confirmación de condena del Supremo. Marta Gayá siempre estuvo vigente, y mantiene su relación con Juan Carlos de Borbón. Anteponer una ahijada a consideraciones políticas es una exigencia para todo ser humano. Salvo que sea Rey.

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