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Aves nocturnas

Joana Suau: taxista, detective y confidente

Lleva 27 años en el taxi, doce de ellos en jornadas nocturnas, y cien mil kilómetros al año. Suau, una apasionada de su trabajo, es la segunda de una estirpe de taxistas que continúa con su hijo

Joana Suau, en su lugar de trabajo. Es taxista por vocación y tradición. LUIS ARBOLEDAS

Veintisiete años en el taxi, desde que su padre, también taxista, se jubiló y preguntó a sus hijos si alguno de ellos quería seguir en el negocio. Ella pensó que lo intentaría, y resultó que le encantaba. Joana Suau es taxista vocacional y le apasiona su trabajo. De los aproximadamente mil taxistas que había en 1990, recuerda que sólo entre 30 y 40 eran mujeres; hoy son casi la mitad de la flota, aunque la mayoría trabaja de día. Hace doce años, intentó un nuevo horario: empezaría a las tres de la tarde hasta las cuatro o las cinco de la mañana. Le gustó porque a "esas horas hay mucho menos tráfico, hace mucho menos calor y, encima, cunde más".

No relata anécdotas excesivamente preocupantes por el hecho de ser mujer, taxista y trabajar de noche, aunque recuerda como hace años había "babosos" que se subían a su taxi y pensaban que cómo pagaban tenían derecho a cualquier cosa. Tenía que oír cosas como "si aparcas el coche te invito a una copa" y además "te lo decían en un plan no excesivamente inteligente", que es lo que a cualquiera le puede llegar a interesar.

Otras anécdotas negativas de la noche la protagonizan los chavales de 15 ó 16 años, que huyen del taxi sin pagar la carrera. "Salen corriendo dejándote todas las puertas del taxi abiertas", explica aunque detalla que sólo le ha ocurrido dos o tres veces en veintisiete años.

Otra curiosidad es que le dicen "siga a ese coche", como en las películas. Se trata, sobre todo, de personas que quieren espiar a sus parejas. A veces les ha tenido que preguntar qué era lo que buscaban, porque "cuatro ojos buscan más que dos". Todo ello sin despreciar la accidental función confidencial de todo taxista. "Es muy corriente que la gente se meta en tu taxi y te cuente su vida", dice. Joana Suau cree que la gente es muy agradable. "Hay mucha más personas que te cuentan cosas que clientes que no lo hacen", apunta.

Recorre cien mil kilómetros anuales, los últimos mil doscientos, de noche. "Hubo una época en que se notó que la gente tomaba conciencia y cuando salía de noche dejaba su coche en casa, pero en el último año se nota un repunte de la insensatez y hay más accidentes relacionados con el consumo de alcohol y de otras cosas", lamenta.

Cree necesario, como profesional directamente afectada, idear alguna solución a la saturación del tráfico y a los atascos. "A lo mejor hay que limitar el número de coches de alquiler. Los políticos tendrán que pensarlo porque algo, desde luego, hay que hacer. Así no se puede seguir", sentencia.

Razona que en Palma aún no funcionan los transportes alternativos al taxi, pero sí que "hay guiris residentes que se plantan en el aeropuerto con una furgoneta y, amparados en el conocimiento del idioma, roban a los taxistas algún que otro cliente".

También da consejos. Una cosa que Joana Suau recomienda es que miremos el número del taxi cuando cogemos uno. Ella lo hace siempre cuando monta en un taxi en sus viajes, quizá por formación profesional, pero "es algo conveniente". Aunque sólo sea por la contingencia más frecuente como es que te dejes algo en el taxi.

Asegura que el ambiente dentro del gremio es muy bueno, aunque antes era aún mejor. "Seguramente que nos hemos vuelto más desconfiados. Antes eran una gran familia. Cuando alguno tenía un problema todos se enteraban y dejaban de trabajar para ayudar al compañero en apuros". Ahora, un hijo de Suau retoma el testigo de su abuelo y de su madre. "Parece que le gusta y ya lleva cuatro años en el taxi", confiesa esta taxista vocacional, enamorada de su trabajo.

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