Si se acerca a menos de un metro a un rumano o a un noruego que usted no conoce estará invadiendo su espacio vital. En cambio, tanto a un español como a un austriaco no les incomodará si se acerca a 90 centímetros o incluso a menos distancia si es búlgaro o argentino. Es más, de esta manera se sentirán bien, es su zona de confort en cuanto a espacio entre personas.

Sin embargo, se da la paradoja, que ese mismo noruego que necesita una holgada distancia ante quien no conoce, cambia radicalmente ante los seres queridos convirtiéndose en las personas del mundo que quieren estar más cerca ante quienes estiman (familiares, amigos...).

Nada es preciso en el ámbito de las relaciones humanas, aunque científicos sociales de los usos y costumbres de países o culturas intentan identificar tendencias que, aunque generalistas, pueden dar una idea.

Es lo que han hecho en un estudio (Preferred Interpersonal Distances: A Global Comparison) publicado a finales de marzo del presente año en la revista de psicología y sociología Journal of Cross-Cultural Psychology, realizado por un grupo de investigadores a escala internacional dirigidos por Agnieszka Sorokowska, de la Universidad de Breslavia en Polonia. Han recopilado datos de casi nueve mil personas de 42 países con el objetivo de comparar distancias físicas interpersonales preferidas en todo el mundo ante desconocidos y seres queridos.

¿Demasiado cerca?

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No pudieron sacar conclusiones contundentes más que alguna generalidad como que en los países más cálidos tienden a permitir que los desconocidos se acerquen más que en los países más fríos. Y también alguna paradoja como la que en algunos de estos países más fríos preferían más proximidad con las amistades más íntimas y queridas como sucede con los noruegos. A lo mejor es su manera de entrar en calor, pero quién sabe.