No se crean que por la noche la playa está vacía. Muchos, ya sean turistas o residentes, cumplen el sueño de bañarse en el mar en una calurosa noche de verano y otros se sientan sobre la arena oyendo el rumor de las olas reflexionando sobre la vida. Esta estampa, tan romántica, existe y es ajena a la exagerada fiesta que hay apenas a una decena de metros de ahí. Cuando llega la madrugada no es lo mismo estar en la orilla del mar a la altura de Sometimes, por la que casi no pasa ni una mosca, que delante de cualquier discoteca, donde ni las moscas se atreven a entrar.

Ese escenario sí que no es nada romántico. Y también existe. Borrachos que duermen la ´mona´ tirados en la arena, otros que se bañan tal y como vinieron al mundo y algunos que prefieren conversar y seguir bebiendo, pero más barato que en cualquier local. No obstante, esta descripción no es completa. Falta el amor. O lo que se haga a esas horas en una playa rodeado de gente y que no se pueda hacer en un hotel, con cámaras de móviles que graban y la mirada de morbosos mirones, muchos de ellos de la tercera edad. Es sexo explícito, en algunos casos interrumpido por las máquinas que limpian la arena y que se beneficia de la poca luz que dan las horribles farolas del paseo. A algunas parejan les da igual, pero son las menos. Esa es una situación ideal para los amigos de lo ajeno, que no dudan en aprovecharse de la líbido de los demás para lucrarse. Por eso no es extraño que algunas se suban a la torre de los vigilantes de la playa, como si fueran David Hasselhoff y Pamela Anderson, para cumplir con sus carnosos deseos. La pasión no entiende de lugares incómodos.