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Crítica de cine

La forja de otro rebelde

Manchester junto al mar y esta película están siendo más apreciadas por los críticos que la previsible triunfadora de los inminentes Oscars, La La Land. El motivo principal es que se perciben más sinceras, más auténticas, más profundas, frente a la soportable levedad e impostado optimismo del musical.

El guion de Moonlight sigue en tres capítulos tres etapas de la vida de un chico de origen humilde, a los nueve, dieciseis y veintitantos años, en un paupérrimo suburbio de la soleada Florida. Su paso de la niñez a la dura realidad de la vida adulta. La ley del pantano, si ahí naces, de ahí no sales. Si te crías en un ambiente de delincuencia y familias desestructuradas, o te imbuyes en ese círculo vicioso o tienes poquísimas posibilidades de sobrevivir. Dos novedades en un argumento bastante recurrente: a) El protagonista es extremadamente introvertido y tiene simientes de homosexualidad, lo cual, en ese ambiente, es un marcado tabú. b) El aspecto formal, el más destacado. Hechura de cine estilizado de autor, diálogos limitados, fotografía brillante, escenas muy intensas y logradas (cuando el niño aprende a nadar, el reencuentro final con su amigo en un bar) y cuidados detalles como la pequeña corona en el salpicadero del coche. Me ha recordado, en ritmo, en su ecléctica banda sonora (Mozart, Aretha Franklin, Caetano Veloso y algún rap), a Wong Kar-wai o La gran belleza. Y varias actuaciones, Mahershala Ali, Andre Holland o Naomie Harris, son sobresalientes. Película indudablemente original, con escenas potentes, muy recomendable. La única duda es si esa contención extrema, ese tempo tan oriental, encajan del todo con la historia.

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