Diario de Mallorca

Diario de Mallorca

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Obituario

Bendita curiosidad intelectual

El mayor agradecimiento a las dos ramas de mi familia es transmitirnos (a mis hermanos y a mí) el gen de la curiosidad intelectual. En mi padre (firmo con mi segundo apellido por aprecio a mi abuelo materno, Gabriel Alomar) fue muy dispersa, en el sentido positivo. Los hermanos recordamos desde muy pequeños cómo saltaba mi padre de una afición a otra y se volcaba con cada una de ellas. Ajedrez, aeromodelismo, fotografía, modelismo naval, informática (primitiva, Basic, pinitos de Cobol), bricolaje variado, vela (compró uno de los primeros Optimist que llegaron a Mallorca y a continuación replicó dos con su propias manos), historia, arte, motos, aviones, coches, jardinería, cocina... Para que los hijos aprendiéramos francés nos compró revistas de Formula 1 en ese idioma. Además de la arquitectura moderna (Le Corbusier, Mies Van der Rohe, Coderch) y la política moderada (socialdemócrata convencido toda la vida), le encantaban el jazz clásico (Fats Waller, Duke Ellington, Charlie Parker), la música clásica (Brahms, Beethoven, Dvorak), la novela negra americana clásica (Chandler, Hammet, MacDonald), el cine clásico (Huston, Ophuls, Renoir, Wilder, Lang) y no tanto (Kubrick, Coppola), y ensayos sobre historia, política o ciencia. Con mi madre divergía ligeramente en querencias culturales y eso nos enriqueció aún más. Otra bendición es que fue un caminante entusiasta, sin salir de perímetros urbanos. Su única (memorable) experiencia extramuros fue el Torrent de Pareis a finales de los cuarenta con su tío Manuel (padre de los hermanos Lopez Nadal). Una cartera de piel, una par de latas de sardinas, vivac en Entreforc y regreso a la civilización haciendo autoestop a un llaüt en Sa Calobra. Le apasionó también viajar, por Europa sobre todo, más algunos viajes a oriente o Estados Unidos. En sus años mozos viajó de Roma a París en una Lambretta, solo. Durante su etapa de europarlamentario prolongó las sesiones de Estrasburgo con escapadas en coche con mi madre por pueblos medievales e iglesias románicas o góticas de la zona. Con la jubilación se enganchó a Internet y siguió ensanchando horizontes. En su declive final se esforzaba por releer a Ross MacDonald escuchando a la vez la tertulia política de Manolo Ferreras en la Cuatro. No cejó en su curiosidad. Nunca dejaré de agradecérselo.

Compartir el artículo

stats