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Mujeres

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Que las mujeres se encuentran discriminadas en todos los órdenes de la vida es una realidad tan firme como triste. No hace falta recordar el caso de países como Arabia Saudita, donde no pueden ni siquiera conducir, o la multitud de sociedades en las que reciben una enseñanza inferior, si es que reciben alguna. En nuestro muy avanzado Occidente, y en el entorno universitario y científico, el sexo femenino es mayoritario tanto por lo que hace a los estudiantes como a los investigadores y académicos pero las mujeres se encuentran muy por debajo de sus colegas masculinos cuando hablamos de la dirección de departamentos o institutos y no digamos ya nada de los rectorados.

Este año se cumple siglo y medio del nacimiento de una de las personas más relevantes para la ciencia contemporánea, una que, por añadidura, era mujer. Me refiero a Marie Curie, quien recibió por vez primera dos premios Nobel -el de Física y el de Química- amén de desarrollar el uso médico de los elementos radiactivos. Coincidiendo con la efeméride, aunque sin mencionarla, la revista Nature ha publicado un trabajo de Jory Lerback, analista de datos de la American Geophysical Union de Washington (Estados Unidos) y Brooks Hanson, director de publicaciones de la misma institución, en la que los autores abordan el sesgo que existe por razones de género en los encargos que hacen las revistas científicas para la evaluación de los trabajos que reciben.

Como sabe cualquier investigador que se precie, las revistas serias reciben multitud de manuscritos con ánimo de ser publicados y, en la tarea de seleccionar aquellos de mayor interés, envían esos trabajos a evaluadores externos que suelen ser expertos en la materia a considerar. El sistema se denomina de "peer review", evaluación por pares, y suele sujetarse al procedimiento del anonimato: se elimina cualquier referencia a los firmantes de los trabajos y se oculta la identidad de los revisores, salvo que éstos acepten lo contrario. Al margen de la infinidad de críticas que ha recibido, la evaluación por pares es la que da más garantías pese a que cabría aplicarle el sarcasmo de Churchill acerca de la democracia: se trata del peor de los sistemas siempre que eliminemos todos los demás.

Pero las garantías que se buscan para convertir la peer review en un medio equilibrado de selección no alcanza a los propios evaluadores. Como resulta del análisis hecho por Lerback y Hanson, aparece que las mujeres no reciben la invitación a ejercer como revisoras en la misma proporción que los hombres. Si bien el 26% de los 22.067 trabajos enviados a las principales revistas de geociencias entre 2012 y 2015 tenían a una mujer como primer firmante, sólo un 20% de los evaluadores elegidos por esas mismas revistas eran de sexo femenino. Que suceda eso en la élite de la ciencia occidental pone de manifestó el camino arduo que les queda aún por delante a las Marie Curie de hoy.

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