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A tiro

El antiguo régimen no se ha ido

Parecía que se había corregido el rumbo. Jurado únicamente profesional -el primero en la historia museística de Mallorca- y director seleccionado con cualificación, trayectoria y sin carné político. Nos confiamos demasiado en que el oasis era posible. En que el cambio se estaba produciendo. Mas, ya se sabe, las ilusiones tan profundas suelen cortarse de raíz, como las relaciones intensas y fogosas. En 50 días se ha librado una batalla política en la Fundació Palma Espais d´Art que ha desembocado en el despido de su director-gerente. Con esta destitución, Cort (Més per Palma en Cultura) le ha echado un pulso al sector artístico y a sus demandas de despolitización con una jugada que auguraban maestra. Analizados los hechos en torno al cese de Gómez de la Cuesta, se va reafirmando la idea de que se estaba esperando y preparando este momento: acorralar a una voz nueva, profesional y discordante hundiéndola bajo papeles y dejando que se ahogara en el lodazal administrativo. Un lodazal que puede acabar de tres formas distintas: se torna arenas movedizas que tragan y absorben si eres independiente y dinámico (ahora le llaman "personalista"); se vuelve barro aguado si se atisban rasgos de corderismo y obediencia. Y es agua clara y limpia si directamente no tienes experiencia como director de museos. Si no es así, que le pregunten a Copado.

Desde el primer momento, Fernando Gómez de la Cuesta fue tratado con cierta hostilidad por algunos miembros del patronato y la comisión ejecutiva del Solleric. La tensa situación fue a más. Si el director hubiera sido político, cercano al partido gobernante o hubiera tenido padrinos (un cargo de confianza de toda la vida), quizá se habría dado cuenta de lo que se estaba urdiendo. Y seguramente todo se habría solucionado dentro de un despacho con un tirón de orejas y sin informes jurídicos por en medio. Pero él no era uno de los suyos, ni de ninguno. Y la decisión final acabó siendo desmesurada. Esto último no lo digo sólo yo, sino que algunas cabezas visibles de Més también lo opinan cuando no hay micrófonos delante: "Però ja no es pot fer marxa enrera".

La aversión y el antagonismo que cosechó Gómez entre los gerifaltes de la Fundación responde básicamente a dos maneras de entender y gestionar la cultura. Una politizada y la otra profesional. El antiguo régimen contra el nuevo. La torpeza de Gómez fue empezar a trabajar desde abajo (para la comunidad) y no desde arriba (la política). Se equivocó de dirección.

Si la institución municipal consideraba que los proyectos y compromisos personales adquiridos meses atrás por parte del comisario podían entorpecer su labor en la Fundación e iban a causar un cataclismo, debería haber optado por desaprobarlos o proponerle firmar el contrato un poco más adelante, pero el exconcejal de Cultura Miquel Perelló quería hacerse la foto y ponerse la medalla antes de abandonar el bodegón.

De cualquier manera, este caso está dando la vuelta a nivel nacional causando un fuerte estupor y malestar en la comunidad cultural. El nombre de Palma ya no sale estos días en The Times como la mejor ciudad para vivir, sino en distintos medios de la península y por las redes por tener la peor política cultural del país. Vaya cuadro.

Pero, ¿qué más puede haber detrás de todos estos informes jurídicos que únicamente detallan un conjunto de errores burocráticos y que presentan incongruencias cuando se comparan versiones y los documentos del cesado? Las teorías son varias. Dicen (los de Més) que el caso ORA ha inoculado un enorme temor a funcionarios y a todo el equipo de gobierno municipal. De esta manera, cualquier pequeño error administrativo (de forma) pesaría más que un error de gestión o la inactividad pura y dura. ¡Los servicios jurídicos e interventores de las administraciones serán los reyes del mambo! Otra más plausible: se estaría estudiando desmantelar la Fundación Palma Espais d´Art, una fundación pública extraña en su composición y estructura jurídica. La única institución que participa en el patronato es el Ayuntamiento por lo que funciona en realidad como una subárea más de la concejalía de Cultura; así ha quedado perfectamente demostrado estos días. Esta fuerte confrontación con los profesionales de la cultura le podría resultar beneficiosa a Cort en caso de que este desmantelamiento fuera su intención porque podrían alegar la imposibilidad de llegar a un acuerdo con un sector enfadado y que no entra en razón. De este modo, podrían sortear convocar un nuevo concurso público de dirección y se allanaría el camino para que la directora general Francisca Niell u otra persona de confianza se hiciera con la gestión del Solleric, sin necesidad de patronatos profesionales y cualificados. Pero todo esto no son más que teorías a las puertas de la noche de Halloween.

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